Michael Greshko
A los pies de los Andes, en el centro de Perú, una rana de intenso colorido hace realidad un cuento de hadas.
Érase una vez –en específico, una tarde de noviembre de 2014- que el biólogo Germán Chávez escuchó un reclamo resonando en los bosques de máxima altitud del Parque Nacional Tingo María. Chávez no reconoció el reclamo, así que fue a buscar el origen de los distintivos sonidos. En lo alto de un árbol encontró una ranita parda de escasos 2.5 centímetros de largo, y de inmediato comprendió que, como las ranas de los cuentos, este animalito era más de lo que aparentaba.
“Pudimos ver sus ancas rojo brillante, y fue toda una sorpresa –recuerda Chávez, biólogo del Centro de Ornitología y Biodiversidad de Perú-. Jamás habíamos visto una rana como esa”.
Las ranas tienen una variedad pasmosa de colores, y sus ingles varían dependiendo del género: algunas ranas emparentadas presentan manchas amarillas, marrones y hasta anaranjadas en sus ingles, muslos y piernas. Pero una pigmentación tan intensa –y además, roja- tomó por sorpresa a los investigadores.
“¿Cuál es la función exacta [del pigmento] en esta especie? No lo sabemos –confiesa el codescubridor Alessandro Catenazzi, de la Universidad del Sur de Illinois-. Pero empezamos por ponerle nombre”.
Luego de dos años de análisis, Chávez y Catenazzi han confirmado que la rana de ancas escarlata representa una especie nueva para la ciencia. Y su nombre, Pristimantis pulchridormientes o rana de lluvia bella durmiente, es un reconocimiento a la cordillera donde la encontraron, que los lugareños describen como una mujer dormida y recostada.
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Los colores de las ancas de esta nueva especie tomaron por sorpresa a los investigadores.
Foto: ZooKeys
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Un refugio seguro (desde hace poco)
El hallazgo, descrito recientemente en ZooKeys, se suma a la creciente colección de Pristimantis, un género de ranas tropicales que abarca una diversidad imponente –sólo en Perú hay 131 especies-, pero que ha sido mal estudiado durante décadas.
“Cuando me mostraron algunas de estas especies en el campo, pregunté, ‘¿Por qué no estudian estas ranas?’. Y [un alumno de posgrado] dijo, ‘Bien, porque es difícil que la gente se entusiasme con una ranita parda’”, comenta la bióloga Katherine Krynak, de la Universidad Ohio Northern, quien no intervino en el estudio.
“Lo cual me pareció una locura, porque no son simples ranitas pardas; pero si no miras con atención, eso es lo que supones”.
Ahora, inspirados por las investigaciones pioneras de herpetólogos como William Duellman y John Lynch, los científicos han demostrado que Pristimantis es todo menos aburrida. En años recientes, los biólogos han encontrado especies caleidoscópicas de Pristimantis, algunas de las cuales recuerdan los estampados de camisetas teñidas con la técnica “tie-dye”. Una de ellas, co-descubierta por Krynak, incluso puede modificar su morfología, transformando su piel de tersa a erizada en un parpadeo: es el único vertebrado conocido capaz de hacer algo así.
Sin embargo, engrosar las filas de Pristimantis no es el único resultado importante de la expedición de 2014 en Tingo María. De hecho, el estudio que condujo al descubrimiento de la rana de lluvia bella durmiente fue también el primer inventario de especies jamás realizado en el Parque Nacional Tingo María. Un catálogo largo tiempo postergado: Tingo María fue fundado en 1965, lo que le sitúa entre los parques nacionales más antiguos de Perú.
¿Por qué pasó tanto tiempo sin una revisión minuciosa? Para empezar, dice Catenazzi, porque el parque se fundó, esencialmente, para preservar la cordillera “La Bella Durmiente” y con ella, la Cueva de las Lechuzas, un hábitat de aves y murciélagos muy importante, mas no para proteger la biodiversidad del bosque.
Además, fue sólo hasta hace poco que el área protegida de 48 kilómetros cuadrados se volvió segura para el trabajo de campo. En la década de 1980, el tráfico de cocaína prosperó cerca del parque y en los valles circundantes, y las fuerzas del gobierno peruano combatieron vigorosamente contra el grupo rebelde izquierdista Sendero Luminoso. No obstante, el área ha mejorado de manera significativa, y para 2015, no quedaban rastros del cultivo de coca en el parque.
“Ahora consideramos que es un lugar seguro para trabajar”, informa Chávez.
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Las ingles rojo brillante de un macho de Pristimantis pulchridormientes.
Foto: Germán Chávez
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Salvemos a las ranas, y a nosotros mismos
Catenazzi y Chávez confían en que el descubrimiento contribuirá a los esfuerzos para proteger Tingo María, tanto al documentar su diversidad oculta como demostrando su importancia para la investigación.
“En general, cuantos más trabajos científicos se lleven a cabo en un área protegida, mayor es la probabilidad de que reciba protección –explica Catenazzi-. La gente respeta eso, y añade mucho valor al parque”.
Y los científicos previenen que las ranas, no solo de Tingo María sino en toda la región, siguen amenazadas por el comercio global de anfibios como mascotas, la diseminación insidiosa del mortífero hongo quítrido, y la deforestación provocada por desarrollos petrolíferos y mineros.
“Hay muchas cosas que debemos cambiar para salvar a estas especies y en última instancia, a nosotros mismos –dice Krynak-. Estos anfibios nos revelan que estamos actuando mal con el medio ambiente, y necesitamos escucharlos”.
Fuente: National Geographic en Español