Sólo el pensamiento puede hacer al individuo realmente libre, verdaderamente independiente y sólidamente feliz.
Angel Palacio
Santo Domingo
Cuentan de un hombre al que se le dio un aparato para que lo armara. Poco después el gerente cayó en la cuenta de que se le había olvidado entregarle el papel con las instrucciones. Y volvió para excusarse y entregarle el papel. Para su sorpresa se encontró con el aparato armado y funcionando.
“No importó mucho no tener las instrucciones, le informó el hombre. No hubieran servido de mucho, porque no sé leer. Por suerte soy consciente de que el que no sabe leer tiene que saber pensar”. No se trata naturalmente de criticar los programas de alfabetización, ni mucho menos. Se trata de señalar el fracaso de la educación en general.
Cada vez se invierte más tiempo y más dinero en mayor número de gente sin que se vean por ningún lado los resultados. Nuestra cultura no ha tenido mucho éxito: nuestra educación, nuestra política y nuestra economía conducen a la guerra; nuestras medicinas no han acabado con las enfermedades; nuestra rebelión no ha abolido la usura y el robo; nuestro decantado humanismo permite aún que la opinión pública apruebe los bárbaros deportes de la caza, la pesca, las corridas de toros, el boxeo y las peleas de gallos; nos amenazan nuevas guerras mundiales; los progresos de la época son meros progresos mecánicos, en radio, televisión y electrónica, satélites artificiales y aviones de propulsión a chorro.
Cada día estamos más informados y conocemos más cosas. Y, sin embargo, los problemas por resolver son también cada día más abrumadores: cómo vivir en paz, cómo alimentar y vestir una población cada día más numerosa, cómo persuadirla para que no crezca con excesiva rapidez y cómo educarla. No se enseña a los jóvenes cómo usar la información en forma creadora.
Formamos autómatas, no personas con iniciativa, imaginación y confianza en sí mismos, dispuestos a enfrentarse a los problemas con sus propias ideas. Y es claro que el hombre educado, el hombre libre y feliz, el hombre provechoso para su patria y la sociedad no es el que más conocimientos tiene, sino el que sepa utilizar mejor esos conocimientos, valga decir el que sepa pensar. Y eso, pensar, es lo que no sabemos. Necesitamos conocimientos técnicos, pero antes de eso y por arriba de eso, necesitamos capacidad mental creadora, capacidad de pensar. “El mundo anda mal, dice allá la Biblia, porque no hay quien piense en su corazón”. Sólo el pensamiento puede hacer al individuo realmente libre, verdaderamente independiente y sólidamente feliz. Nada hay más interesante para los humanos que la actividad humana. Y la actividad más propiamente humana es pensar. Pensar es el método, propio únicamente del hombre, de evadir, esquivar o vencer, mediante la reflexión, los obstáculos que, de otro modo, tendrían que atacarse con la fuerza bruta. No podemos vivir humanamente sin ideas. De ellas, de nuestro pensamiento depende lo que hagamos. “Nuestros actos siguen a nuestros pensamientos como la rueda de la carreta a la pezuña el buey”, dice el proverbio hindú. Claro que esto supone que nos liberemos de muchos prejuicios, de muchas ataduras, de muchísimas esclavitudes. El autor es director del colegio Decroly.