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Los callejones coloniales

CULTURALES

Los hubo famosos, pintorescos, temibles, con nombres capaces de sobrevivir los cambios urbanísticos.

En tiempos coloniales calificaron así a las hoy calles Luperón y Salomé Ureña, porque que no llegaban ni al mar ni a las murallas. Sucesivamente la Luperón ostentó las denominaciones de “Callejón del Caño”, de la Leche, del Guarda Mayor, de San Nicolás, del Comercio y de Don Juan Dionisio. Mientras la Salomé Ureña tuvo las de “Callejón de la Cruz”, “de las Lomas”, “de los Contadores”, “del Convento de la Merced”  y “de Don Juan Bernard”. En 1859 el Ayuntamiento oficializó el de Callejón de la Cruz, pero en 1884 lo cambió por Ozama y por fin en 1897 lo llamó Salomé Ureña dándole categoría de calle, en honor a la poetiza y educadora que en una casa de esta vía fundó el Instituto de señoritas.

Los auténticos callejones, de acuerdo a la definición del diccionario, que sobrevivieron al progreso son: El Callejón de los Curas, fotogénico pasaje que va de la Plazoleta de los Curas – junto a la Catedral – a la calle Padre Billini. El Callejón de María la O, que comienza amplio en la calle Juan Isidro Pérez y sale muy estrecho a la calle Duarte. María la O fue una dama muy acaudalada. El Callejón de la Chancleta, que corre desde la calle Duarte -casi esquina Mella- hasta la Plazuela de San Antón. El callejón de ‘Sal – si -puedes’, descriptiva y advertidora de-nominación la de este pasaje que se inicia en la esquina sureste del Parque San Miguel y sale discretamente a la calle Santiago Rodríguez.  Y el florido y amable callejón de Regina, que parte de la calle Padre Billini, para salir a la parte arbolada de la Arzobispo Portes.

Elizahenna Del Jesús
Elizahenna Del Jesús
Coordinadora Editorial en Plan LEA, Listín Diario, graduada Magna Cum Laude de la Licenciatura en Letras Puras en la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD)

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