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La batalla del 19 de Marzo de 1844 o la “Batalla de Azua”, apenas 20 días de declarada nuestra independencia de Haití

Luego de declarada la independencia dominicana, el presidente haitiano Charles Hérard organizó su ejército con 30,000 hombres con la finalidad de reprimir el movimiento independentista dominicano. Dicho ejército fue dividido en tres flancos para penetrar en la nación recién proclamada: el primero estaba al mando del General Pierret con 10,000 hombres, que entrarían por el norte y tomarían Santiago y Puerto Plata. El segundo estaba dirigido por el propio Hérard y pretendía tomar Azua y San Juan de la Maguana, y el tercero, dirigido por Souffront, debía entrar por Neyba.

La Batalla del 19 de marzo de 1844 se produjo en Azua con el enfrentamiento de las tropas dominicanas lideradas por el general Pedro Santana y las tropas haitianas encabezadas por el Presidente haitiano, Charles Hérard Ainé. Esta justa implicó el inicio del afianzamiento de las ideas de independencia que se pusieron de manifiesto en el trabucazo del 27 de febrero de 1844. Con la división del ejército haitiano Hérard pretendía unir la columna del sur con la del norte para atacar a Azua, pero las tropas dominicanas, dirigidas por Fernando Taveras, Vicente Noble y Dionisio Reyes, atacan las fuerzas del General Broum que estaban posicionadas en las Marías, desarrollándose el primer combate en la Fuente de Rodeo.

Por otro lado, las tropas del General Suffrond avanzan hacia Azua, enfrentándose en el Paso de la Hicotea con los dominicanos comandados por Manuel Mora. Las tropas de Hérard pasan por los Jovillos persiguiendo a Luis Álvarez, pero las tropas dominicanas del General Lucas Díaz, apostadas en el Paso del Jura, atacaron al ejército haitiano.

Al entrar las tropas haitianas a San Juan son enfrentadas por Francisco Soñé, Lucas Díaz, Jean E. Ceara y José Del C. García, desalojándolas del río Jura. El mismo día 19 las fuerzas del jefe haitiano Tomás Héctor entran en Azua y la encuentran desierta, pero el ataque es rechazado por los dominicanos. Los haitianos atacan por el camino de Los Conucos. Allí fueron enfrentados por Matías de Vargas, José Leger y Feliciano Martínez.

En la comunidad El Barro, el ejército haitiano combate contra las tropas de Duvergé, y luego son enfrentados por Nicolás Mañón en el Cerro de Resolí. El ataque provocó la huída de los invasores de nuevo hacia el río Jura. El día 19 los dominicanos se retiran a Sabana Buey.

Los soldados de Souffront son detenidos en La Hicotea; reinician su marcha el día 20 para unirse a las tropas de Herrad. Esta memorable batalla se inició a las 7:30 de la mañana.

¿Cómo estaba organizado el ejército dominicano en la batalla del 19 de marzo? El 19 de marzo las tropas dominicanas estaban posicionadas en puntos estratégicos en la ciudad de Azua. Estaban conformadas por 2,500 soldados, entre los que había hateros y monteros, que formaban el ejército de Pedro Santana. Entre estos soldados se hallaban jóvenes azuanos que habían sido entrenados por Antonio Duvergé y Francisco Soñé.

Las tropas criollas estaban repartidas entre El Camino del Barro, donde se encontraba la fusilería azuana comandada por el capitán Vicente Noble; en La Loma de Resolí, 200 hombres al mando de Nicolás Mañón; en el centro de la villa había dos cañones, uno manejado por Francisco Soñé y otro por José del Carmen García. Camino a Los Conucos y Las Clavelinas se encontraba una fuerza de artillería comandada por Matías de Vargas, José Leger y Federico Martínez. El 19 de marzo en la mañana, el General Hérard organizaba su ejército con el fin de atacar a las tropas dominicanas, pero los dominicanos atacaron a los haitianos que avanzaban por El Camino de los Conucos.

Este ataque fue rechazado por el cañón de Francisco Soñé, la fusilería de Lucas Díaz, Jean E. Ceara y José Del C. García. Desalojando el río Jura, el mismo día 19 las tropas del jefe haitiano Tomás Héctor entran en Azua y el ataque es rechazado por los dominicanos.

El historiador José Gabriel García relata que aunque los expedicionarios haitianos pelearon “con denuedo y sus jefes dieron pruebas ostensibles de pericia e intrepidez, la defensa fue superior al ataque, pues los encargados de ella aunaron sus esfuerzos…”

Continúa García: “…los invasores se vieron al fin obligados a retroceder y batirse en retirada, primero los que venía por el camino de San Juan, aterrorizados por los efectos del cañón; después los que venían por Los Conucos, envueltos en la derrota de éstos; y en última los que marchaban por El Barro, que fueron los que más resistieron, dejando el campo en que maniobraron sembrado de cadáveres y despojos militares…”

Derrotados por todas partes, los haitianos “se retiraron, por último, a un lugar en que el camino forma un codo y se encontraron así al abrigo del fuego de los dominicanos. Los haitianos podían ser 5,000 en el momento del ataque. Los dominicanos reunidos en Azua y en un pequeño fuerte que domina el pueblo, a orillas del Vía, presentaban un efectivo de 1,500 hombres de los cuales sólo 800 tomaron parte en la acción que duró tres horas. Los haitianos se retiraron dejando en el campo de batalla una gran cantidad de muertos entre los cuales se cuentan dos generales, tres coroneles y un gran número de oficiales de todos los grados”. (Carta del Cónsul St.-Denys al Ministro de Asuntos Extranjeros de Francia, del 25 de marzo de 1844).

Por la noche, Santana organizó sus tropas y abandonó Azua junto con sus pobladores, retirándose hacia Sabana Buey. En el camino dejó dispuestas sus tropas colocándolas en diferentes puntos estratégicos, especialmente en el paso del desfiladero de El Número, en donde el General Antonio Duvergé quedó a cargo de la defensa. (Esta retirada de Santana, luego de haber ganado la Batalla de Azua, ha sido uno de los puntos más controversiales de nuestra historia republicana.)

Al otro día, cuando los haitianos se preparaban para atacar, se dieron cuenta de que Azua estaba desierta y entonces procedieron a ocuparla el día 20 de marzo de 1844, según el historiador haitiano Thomas Madiou, al señalar: “Todos los habitantes la habían evacuado: los haitianos no vieron sino dos mujeres, de las cuales una era loca y la otra de edad muy avanzada, y algunos animales. El 21 llegó el General Souffrant a la cabeza de su columna, que tenía tres días de retardo a causa de las emboscadas que se había visto obligado a combatir, casi diariamente, desde su salida de Neiba”.

El 31 de marzo, el Almirante francés de Moges, a bordo de la Fragata “La Neréide”, se sitúa en la Bahía de Ocoa y desde allí le dirige una comunicación al Presidente de Haití, Charles Hérard, en su cuartel general de Azua, para incitarlo a la conciliación con los dominicanos y para reiterarle la propuesta que le hizo el 8 de marzo el Cónsul Levasseur, para que aceptara la mediación de Francia en la terminación del diferendo sin derramamiento de sangre y sin odios.

Al día siguiente, 1ro. de abril, de Moges desembarca y se traslada a Azua, en donde sostiene una entrevista con el Presidente Hérard, en su cuartel general, en relación con la cual al día siguiente escribe un reporte al Cónsul Saint-Dennys, en el cual expresa estas informaciones: Hérard cree que el movimiento dominicano no es la obra del pueblo, sino de la clase superior, que quiere tener participación exclusiva en los asuntos y los empleos; Hérard explica que sólo hará la guerra contra esos rebeldes, por tanto no quiere apresurarse a fin de dar al pueblo la oportunidad de reflexionar y de retornar a la autoridad haitiana; dice, también, que los españoles (nombre con que designaba a los dominicanos) pudieron haber planteado sus aspiraciones independentistas cuando se revisaba la Constitución en 1843, pero que ahora esto era intempestivo; y, por último, afirma que viene como pacificador, y no como un triunfador, por lo que no comprende la necesidad de una mediación extranjera, ya que esto sólo estaría en orden si los ejércitos dominicanos fueran numerosos y la lucha por Santo Domingo fuera muy sangrienta.

El 10 de abril de 1844, Hérard lanza desde Azua una nueva Proclama por virtud de la cual anuncia que en breves días Santo Domingo “verá sus muros abiertos ante sus columnas victoriosas”, a la vez que formula el juramento de “no deponer las armas sino después de haber sometido a la obediencia a los rebeldes de la parte oriental de la República y de haber impuesto silencio a la voz envenenada de la discordia”.

Texto: Frank Moya P y J. Marcano

Fuente: Historia Dominicana En Gráficas

Orlando Martínez Howley, recordándolo en el día de su asesinato, a los 31 años de edad, hace hoy 48 años

Los pistoleros estuvieron al acecho del comunicador ese 17 de marzo de 1975 y cuando salió del edificio de la revista ¡Ahora!, que dirigía, montados en tres vehículos le tendieron una emboscada en la calle José Contreras. Uno le frenó por delante obligándolo a parar y otros dos le dispararon por el lado izquierdo y por el derecho.
Le hirieron en el antebrazo inutilizándolo para que no pudiera sacar un revólver que la misma Policía le había dado “para que se defendiera” pero el tiro que le quitó la vida fue el que le penetró el pómulo izquierdo. “Quedó con un pie afuera y con el arma en la mano”.
Sergio Augusto Martínez Howley, quien hace este recuento, era el hermano querido de Luis Orlando Martínez Howley, el periodista asesinado porque las ideas que publicaba molestaban al régimen, a funcionarios y a oficiales interpelados a diario o semanalmente por el articulista. Ellos dos fueron los hijos más pequeños de Luis Mariano Martínez Sánchez y Adriana Howley Ogando y por la cercanía de sus nacimientos eran los que mejor se llevaban. Orlando era el menor.
Sergio cuenta detalles desconocidos de la vida y la muerte de este hermano a quien admiraba sobremanera, con quien compartió la niñez, la mayoría de edad y al que todavía extraña y llora.
“Realmente en la familia siempre tuvimos el temor de que le pasara algo, que le dieran un susto, por ejemplo, pero no que lo mataran, se nos olvidaba que Balaguer era rencoroso y que esos militares vivían acechando a Orlando”, expresa.
Martínez escribía a diario en El Nacional la columna titulada Microscopio y cada siete días “Comentarios de poca tinta” en la revista ¡Ahora! “¡Lo que publicaba era la verdad!”, reacciona Sergio citando denuncias, interpelaciones y protestas de su hermano que dieron para un voluminoso libro póstumo que publico Editora Taller, solo con los artículos del vespertino.
“Montaron un servicio de espionaje frente a casa”, expresa, enviaban anónimos amenazantes al intrépido escritor, le llamaban por teléfono intimidándolo.
“Un día parece que pensaban matarlo cuando bajara la marquesina pues hombres armados penetraron a una pensión de mujeres que estaba enfrente y no materializaron el crimen porque ellas se escandalizaron”, narra.
Agrega que el coronel Ernesto Cruz Brea, al que se atribuía la dirección de un grupo llamado Los panteras negras, y quien “pertenecía al sector militar de Enrique Pérez y Pérez”, le mandaba pasquines inquietantes. “Un amigo de Orlando le comentó que este oficial tenía en su escritorio varios de sus artículos y él escribió que si le pasaba algo, que interrogaran a Cruz Brea”, manifiesta.
“Víctor Gómez Bergés le advirtió que lo querían matar y que esa gente no fallaba, luego supimos que el contacto era el chofer de Víctor, que era militar, para que caliesara a Orlando pues éramos vecinos”, refiere. Vivían en la calle Antonio Maceo, del ensanche La Paz. Extrañamente, Gómez Bergés era un alto funcionario del Gobierno de Balaguer.
Sergio no cree que con tantos mensajes siniestros su hermano estuviese tranquilo pero él no se amedrentaba “porque tenía un temple del carajo. Le estaban ofreciendo sacarlo del país y no aceptó, argumentó que su misión estaba aquí, que esta era su tierra donde quería estar, que aquí vivía o moría y que se debía a mucha gente que no tenía voz”.
En extensas entrevistas Sergio narra las facetas públicas y privadas de su hermano, amigos, temperamento, trabajos, entretenimientos, pormenores de la noche del crimen que ellos mantuvieron vivo impidiendo que prescribiera, pero no habla con satisfacción de los resultados pues solo llevaron a la cárcel a los asesinos de menor categoría.
La noche fatal. “Ese día yo había estado en la Liga Centro, dejé una persona en Ciudad Nueva y cuando regresaba a casa por la avenida Bolívar el periodista Pedro Caba puso su carro paralelo al mío y me preguntó: ‘¿Supiste lo que pasó? Hirieron a Orlando’. Imaginé lo peor, llegué a casa y me dijeron que fuera al hospital Marión” (luego Enrique Lithgow Ceara).
Allí no los dejaban pasar “pero Edmundo, mi hermano, y yo, entramos a la fuerza”. Recuerda que Rafael Molina Morillo, entonces propietario de Publicaciones ¡Ahora!, “también entró a la mala y gritó: ‘¡Si quieren, mátenme!’. A Orlando “lo llevaron vivo pero murió en el hospital. Cuando llegamos ya había fallecido”.
A los nueve meses asesinaron a Edmundo porque hacía públicos los nombres de los autores intelectuales y materiales del homicidio.
La familia se mantuvo firme reclamando justicia para el mártir de la prensa y en ese sentido Sergio manifiesta: “le agradecemos a los miembros del PCD que se nos sumaron. En la familia, la vocera y demandante era mamá, yo era su asesor”.
Doña Adriana no pudo ver el desenlace pues partió al otro mundo “pero estaba viva cuando llevaron a la cárcel a los autores materiales”. En el 2000 fueron condenados el general Salvador Lluberes Montás y el general Joaquín Pou Castro.
Sergio añade entre los implicados al coronel Isidoro Martínez (La Caja), Enrique Pérez y Pérez, Ramón Emilio Jiménez.
Narciso Isa Conde publicó que “Orlando los sindicó como los generales de horca y cuchillo refiriéndose sobre todo al grupo que encabezaba el general Enrique Pérez y Pérez junto a los generales Salvador Lluberes Montás, Ramón Emilio Jiménez y otros… A ese grupo pertenecieron también el coronel Ernesto Cruz Brea, el mayor Pou Castro, y el coronel Isidoro Martínez”.
Acota Sergio que “en una reunión que estos celebraron se acordó que fuera Lluberes Montás quien se ocupara de la muerte. Él asignó a La Caja a la avenida San Martín a esperar la salida de Orlando y este circulaba mientras Pou Castro se encontraba en una barra de esa vía por la que Orlando tenía que pasar”. Lluberes fue incluido entre los responsables del asesinato “pero se las ingeniaron para sacarlo”, revela Sergio.
“Esa muerte nos destruyó, nos llevó un trozo de la vida, todavía no nos recuperamos”, significa.
La calle
El 18 de marzo de 1980, el Congreso Nacional consideró que Orlando Martínez, “asesinado vilmente por elementos terroristas, se destacó brillantemente como uno de los más conspicuos defensores de los principios democráticos, los derechos humanos y la dignidad nacional” y que además, “se hizo acreedor a la admiración, simpatía y reconocimiento de la colectividad dominicana por sus virtudes morales y su fecunda labor periodística a favor de los mejores intereses de la República”. Designó con su nombre la antigua calle 26 del ensanche Naco. Comienza en la avenida
José Ortega y Gasset y termina en la calle Del Carmen.
ARTICULO ¿POR QUE NO DR BALAGUER?
“Señor Presidente de la República, ya que usted impide que un artista del prestigio y la calidad moral de Silvano Lora viva en su Patria, ya que dejar en el extranjero a dominicanos le produce placer o ganancias politiqueras, me voy a permitir hacerles algunas recomendaciones.
Espero que sobre todo medite la última. Como Usted ha dicho que en este gobierno, y parece ser cierto, la corrupción sólo se detiene en la puerta de su oficina, ¿Porqué no saca de la República Dominicana a todos esos corruptos?
Como aquí existe una galopante inflación de delincuentes sin uniformar y,según usted, también uniformados, ¿porqué no les ordena a los calieses del régimen que los apresen y los metan en un avión? ¿Porqué no les dice a los genízaros que prestan servicio en el aeropuerto que apresen no a los que traen cigarrillos de marihuana, sino a los pejes gordos del tráfico de drogas? ¿Porqué no manda al exilio a los que reciben comisiones para negociar contratos que entregan nuestras riquezas a las compañías multinacionales? ¿Porqué no instala en un barco a los latifundistas, a los que están negados a que este país salga del subdesarrollo y de la situación de miseria colectiva que lo acompaña? ¿Porqué no entra en ese mismo barco a quienes en la ciudad son el soporte ideológico de esos terratenientes? Y también a quienes son el sosten armado, los que dan palos, apresan y torturan campesinos que luchan por sus derechos.
Como Usted es enllave de los norteamericanos, ¿porqué no le solicita un portaaviones para enviar al lugar que fuese a los numerosos calieses que viven del trabajo del pueblo? En caso de que su amistad con los Estados Unidos sea más estrecha de lo que sospechamos, ¿Porqué no le pide al Pentágono un cohete último modelo con el objetivo científico de crear una colonia de calieses en la luna? ¿Porqué no desaparece de la vista de los dominicanos honrados, que son la mayoría, a todos los vagos que en este gobierno cobran sin trabajar? ¿Porqué, tómelo en cuenta, no deposita en un cómodo asiento de primera a los funcionarios irresponsables que se las dan de Fouché contemporaneos y a la hora de la responsabilidad no dan la cara? Y mi recomendación final: Si es inevitable que esta situación continúe, si es imposible evitar actos indignantes y miserables como el que presencié el domingo en el aeropuerto, ¿porqué, doctor Balaguer, no se decide Usted a subirse en el avión o el barco y desaparece definitivamente de este país junto a todos los anteriormente mencionados?”.. Orlando Martínez Howley
**Nota: 21 días despúes de ser publicado este artículo en la columna Microscopio, su autor, Orlando Martínez, fue asesinado.
Fuente: Historia Dominicana en Gráficas

Biografía José Núñez de Cáceres

Santo Domingo (República Dominicana), 14.3.1772 – Ciudad Victoria, Tamaulipas (México), 11.9.1846. Independentista, letrado y poeta.

Hijo de Francisco Núñez de Cáceres y de María Albor, casó con Juana de Mata Madrigal Cordero y procrearon a José, Pedro y Jerónimo. Fue sobrino del doctor José Núñez de Cáceres Rincón y Camarena, deán de la Catedral de Santo Domingo de 1769 a 1789. Estudió Derecho hasta 1795 en la Real y Pontificia Universidad Santo Tomás de Aquino, de la cual fue profesor y llegó a ser rector en su reinstalación el 6 de enero de 1815. Fue relator de la Real Audiencia de Santo Domingo, nombrado por el rey Carlos IV, y, cuando ésta fue trasladada el 12 de noviembre de 1799 a Santa María de Puerto Príncipe (Camagüey, Cuba), se instaló allí; luego, cuando se produjo la Reincorporación a España (España Boba, 1809-1821), fue asistente del capitán general Juan Sánchez Ramírez, quien lo nombró teniente de gobernador, auditor de guerra y asesor general, luego fue juez de Letras y dirigió procesos contra insurrectos; pero trató de concienciar a través de su periódico El Duende (15 de abril de 1821) para que se creara una república independiente y liberal, por lo cual produjo un golpe de Estado contra el capitán general, mariscal de campo, Pascual Real, la noche del 30 de noviembre de 1821, surgiendo el 1 de diciembre de 1821 el Estado Independiente de Haití Español (o de la Parte Española de Haití), el cual se ponía en accesión o alianza con la Gran Colombia, cuyo pabellón fue izado agregándole cinco estrellas por los cinco partidos de la división política que se estableció. Núñez de Cáceres se proclamó gobernador político y presidente del nuevo estado, y le acompañaron en esta gesta el capitán Manuel Carvajal y Juan Vicente Moscoso, Antonio Martínez Valdés, Juan Nepomuceno de Arredondo, Juan Ruiz, Vicente Mancebo, Manuel López de Umeres y el capitán Pablo Alí; pero las ideas de Núñez de Cáceres no calaron en todo el pueblo, por lo cual el presidente haitiano Jean Pierre Boyer, que tenía partidarios y espías en la parte española, invadió con un ejército, entrando en Santo Domingo el 9 de febrero de 1822. Núñez de Cáceres, en su discurso de entrega del mando a Boyer, puntualizó por qué razones el pueblo dominicano y el haitiano no podrían fusionarse jamás. Con esta invasión se inició una ocupación de veintidós años que culminó con la independencia del 27 de febrero de 1844, cuando se proclamó la República Dominicana.

Núñez de Cáceres había enviado como embajadordiputado ante la Gran Colombia al doctor José María Pineda, para tramitar la protección de la misma, fue recibido por el vicepresidente Santander; Simón Bolívar estaba en su campaña en Ecuador, y sólo se conoce una carta fechada en Popayán el 9 de febrero de 1822, fecha en que se inició la ocupación haitiana, donde Bolívar le expresó a Santander: “Mi querido General: Ayer he recibido las agradables comunicaciones sobre Santo Domingo y Veragua, del 29 y 30 del pasado. Mi opinión es que no debemos abandonar a los que nos proclaman, porque es burlar la buena fe de los que nos creen fuertes y generosos; y yo creo que lo mejor en política es ser grande y magnánimo. Esa misma isla puede traernos, en alguna negociación política, alguna ventaja. Perjuicio no debe traernos si les hablamos con franqueza y no nos comprometemos (imprudentemente) por ellos”.

Núñez de Cáceres, a quien Boyer, para comprometerlo con la nueva situación, le otorgó una pensión vitalicia, marchó con su familia a Venezuela, llegando el 22 de abril de 1823, y llevó con él su imprenta. Allí se convirtió en adversario de Bolívar y publicó los periódicos El Venezolano (1823-1824), El Constitucional Caraqueño (1824-1825), El Cometa (1824-1826) y El Cometa Extraordinario (1826-1827). Fue secretario privado del general José Antonio Páez en 1827, contribuyendo a la separación de Venezuela de la Gran Colombia, por lo cual fue encarcelado en Maracaibo en 1826 o 1827. Bolívar, para sacarlo de Caracas y con el objetivo de confinarle en Cumaná, le ofreció la presidencia de la Corte Superior de Justicia de allí, pero Núñez de Cáceres solicitó pasaporte y se marchó a México el 18 de abril de 1827.

Ya en México, se estableció primero en Puebla de los Ángeles, luego pasó a Tamaulipas, allí tuvo una activa vida política y ejerció la abogacía; fue declarado por el Congreso del Estado de Tamaulipas ciudadano y benemérito de ese Estado el 26 de septiembre de 1833.

En su panegírico, Simón de Portes resumió su vida en México, le llamó defensor de los derechos del pueblo en 1832, valiente soldado de la libertad, compañero del general Moctezuma en los Pozos de los Carmelos y elocuente orador de las causas de la unión en 1833 y 1834.

Fuente: https://dbe.rah.es/

La educación en el país durante la Primera República

Una vez proclamada la independencia de nuestro país, hecho ocurrido el 27 de febrero de 1844, se inicia un periodo llamado por los historiadores dominicanos como la Primera República. Este periodo comprende los años 1844 hasta 1861, año este último, en que se proclama la anexión a España por el entonces presidente Pedro Santana.
Con la anexión a España, pierde la República Dominicana su independencia y por lo tanto su soberanía.
En esos 17 años de duración que tuvo la Primera República ocurrieron una serie de cambios en todos los rdenes en este país.
Nuestra nación, luego de proclamada la independencia debió irse organizando, no solo en el aparato político, sino también en el económico, educativo, religioso y social. El aparato educativo es la parte del sistema encargada de mantener y reproducir el sistema establecido.
Es de orden señalar, antes de abordar el aspecto educativo, que es el título que lleva esta investigación, que durante el periodo de la Primera República, en la mayor parte de ese tiempo, el país se vio envuelto en guerra contra los haitianos que se resistían aceptar la independencia de esta nación.
Resulta imposible referirse solo a la educación obviando los hechos históricos, pues son los hombres y mujeres quienes hacen la historia y por lo tanto son ellos quienes dirigen y planifican la educación.
Dos sectores políticos tuvieron vigencia y dominaron el escenario nacional; los liberales o trinitarios y los conservadores o anexionistas; los primeros dirigidos por Duarte y los segundos por Pedro Santana y Buenaventura Báez.
En su proceso de organización del Estado, el sistema educativo dio paso a la creación del ministerio de instrucción, cuyo primer ministro lo fue Tomás Bobadilla, quien fue presidente de la Junta Central Gubernativa, primer gobierno colegiado que tuvo nuestro país.
Influenciado por el estado de guerra constante con los haitianos y al hecho de que no se disponía de un sistema impositivo como del que dispone el gobierno actual, los pocos ingresos que percibía el Estado provenían de los impuestos a las exportaciones e importaciones y tenían que destinarse a los gastos de guerra. Visto esto, el ministerio de educación no contaba con los recursos suficientes para desarrollar la educación.
Como se puede apreciar en la actualidad, el sistema educativo requiere de un sistema legal que lo oriente y sustente. Para el cumplimiento de esto el 13 de mayo de 1845 se creo la primera ley de instrucción publica, donde se establecían las primeras normas para los maestros, alumnos, autoridades y salarios.
Debido a los cambios políticos, cuando llegaba un nuevo mandatario se derogaban las leyes educativas y se creaban otras. Esto ocasiona efectos negativos para el desarrollo educativo de cualquier nación.
En 1848 se legisló para dar origen al seminario conciliar como institución de educación superior en el periodo de la Primera República.
En los inicios de 1844, el currículo de la educación primaria era muy limitado, se enseñaba lectura, escritura, cálculo y cuentas, bordados y oración a coro.
En el aspecto ideológico, la iglesia católica continuaba ejerciendo una gran influencia en el aparato educativo, esta influencia provenía desde la época colonial. Siendo esta institución la que mayor influencia ejerció, la filosofía educativa no tuvo gran diferencia respeto a la época colonial, pues los fines educativos durante la Primera República perseguían la formación de personas obedientes al gobierno, a las leyes y a dios, con una actitud conformista. Como puede notarse, se obviaba el desarrollo de un pensamiento crítico o racional. Se aspiraba a formar sujetos conservadores.
Duarte se opuso a esta ideología conservadora y conformista, propuso un currículo más amplio y de formación universal. No pudo llevarse a cabo debido a la oposición de los anexionistas encabezados por Santana.
No todos los individuos tenían acceso a la educación, este era un privilegio de los miembros de las clases privilegiadas.
El sector privado, debido las limitaciones del Estado en lo que se refiere a los recursos, tuvo un papel destacado en lo que a oferta educativa se refiere. Durante ese período, florecieron escuelas privadas, predominando las de varones.
Dentro de los ministros de educación que tuvo el país durante el periodo histórico analizado, cabe mención especial José María Caminero, quien para el año 1851 concretizó la modificación de la línea curricular.
El sistema educativo se divide en niveles y los niveles en ciclo. Para la Primera República, como resultado de las reformas de 1851 en el nivel primario o básico se estableció el castigo por ley, se le dio importancia a la lectura, escritura, caligrafía, análisis de textos y se estableció premios para los alumnos meritorios.
Para el nivel medio se ofreció formación en las áreas de administración e industrial. A nivel superior o universitario se ofertaban 4 facultades: filosofía, jurisprudencia o derecho, ciencias médicas y sagradas letras.
Las leyes de instrucción establecían que se debían crear una escuela de primera letra por cada común o pueblo y dos en cada cabecera de provincia o capital de provincia.
Dentro del ámbito privado, alcanzó gran renombre el colegio Buenaventura que fue fundado durante el primer gobierno de Báez (1849-1853).
Los varones estudiaban solo en escuelas para ellos y las hembras tenían las de ellas.
Dentro de los maestros que más se destacaron se debe mencionar a Manuel Aybar, en cuya escuela llego a estudiar Juan Pablo Duarte, también el coronel Lorenzo Santa María, Socorro del
Rosario Sánchez (hermana de Sánchez), Manuel María Valencia (llego a ser ministro de educación) también Ulises Francisco Espaillat quien fue un gran defensor de la independencia e incluso llegó a ser presidente en 1876, siendo un gran intelectual y hombre honesto y finalmente Pedro Francisco Bonó un gran defensor de la nacionalidad.
Para concluir, el salario de los maestros de 30 y 20 pesos fuertes de acuerdo a la asignatura que enseñara y un dato interesante lo es que desde los primeros años de la creación de la República Dominicana a educación se le asignaba el 4% del presupuesto de la nación.
Texto: Hediberto Francisco Pichardo Santos.

La Trinitaria, la gesta más sublime en la larga lucha los de dominicanos

Palabras de Duarte: “Yo admiro al pueblo haitiano, veo cómo vence y sale de la triste condición de esclavo para constituirse en nación libre e independiente. Le reconozco poseedor de dos virtudes eminentes: el amor a la libertad y el valor, pero los dominicanos que en tantas ocasiones han vertido su sangre, ¿lo habrán hecho solo para sellar la afrenta de que en premio de sus sacrificios le otorguen sus dominadores la gracia de besarles la mano? ¡No más humillación! ¡No más vergüenza! Si los españoles tienen su monarquía española y Francia la suya francesa; si hasta los haitianos han constituido la República Haitiana, ¿por qué han de estar los dominicanos sometidos ya a la Francia, ya a España, ya a los haitianos, sin pensar en constituirse como los demás? ¡No, mil veces no! ¡No más dominación! ¡Viva la República Dominicana!”

Era claro que Duarte había planeado minuciosamente los caracteres de la sociedad. Le habían servido el simbolismo secreto de la masonería pero también su mejor modelo fue la Conspiración de los Soles de América.

El explicó a sus amigos confidentes sus planes, entre los que estaban: José María Serra, Juan Isidro Pérez, Pedro Alejandrino Pina, Benito González, Félix María Ruiz, Jacinto de la Concha, Juan Nepomuceno Ravelo y Felipe Alfau.

La Sociedad fue llamada La Trinitaria. La formarían, en principio, nueve miembros. Se identificarían por un seudónimo y un color. Cada uno de los miembros tendría que buscar dos más, los cuales sólo lo conocerían a él, de manera que en un caso de denuncia solamente corrieran peligro dos y no el resto de los conjurados.

El día señalado para la fundación de la sociedad La Trinitaria fue el 16 de julio de 1838. La casa escogida fue la de Josefa Pérez de la Paz, madre de Juan Isidro, le llamaban Doña Chepita.

Duarte dijo a los ocho fundadores de la sociedad: “Amigos míos: unidos aquí con el propósito de ratificar el que habíamos concebido de conspirar y hacer que el pueblo se subleve contra el gobierno hatiano a fin de constituirnos en estado libre e independiente con el nombre de República Dominicana, vamos a dejar comprometida nuestra vida”.

Ante la aceptación formal, el fundador y presidente de la Sociedad La Trinitaria, entregó un pergamino a cada uno de los ocho conspiradores y le hizo formular el siguiente juramento: “En nombre de la Santísima y Augustísima e indivisible Trinidad de Dios Omnipotente; juro y prometo por mi honor y mi conciencia, en manos de nuestro preside Juan Pablo Duarte, cooperar con mi persona, vida y bienes a la separación definitiva del gobierno haitiano y a implantar una república libre y soberana e independiente de toda dominación extranjera, la cual tendrá su pabellón tricolor en cuartos encarnados y azules atravesados por una cruz blanca. Mientras tanto seremos reconocidos los Trinitarios con las palabras sacramentales Dios, Patria y Libertad. Así lo prometo ante Dios y el mundo, si lo hago, Dios me proteja y de no, me lo tome en cuenta y mis consocios me castiguen el perjurio y la traición, si los vendo”.

Después de formular tan solemne juramento, cada uno obtuvo sangre propia y firmó con esta tinta roja, símbolo de su propia vida, y dibujó junto a la rúbrica una cruz.

Duarte, señalando la cruz, pronunció las siguientes palabras: “No es la cruz signo de padecimiento; es el símbolo de la redención. Queda bajo su égida constituida La Trinitaria y cada uno de sus nueve socios obligado a reconstituirla, mientras exista uno hasta cumplir el voto que hacemos de redimir la Patria del poder de los haitianos”.

Con esta ceremonia sencilla quedó constituida la sociedad. Cada miembro adoptó su seudónimo y color: Duarte era Arístides y su color el azul.

De inmediato se incorporó al núcleo un pequeño grupo de patriotas que fueron llamados “nominados”. Una vez fundada La Trinitaria, como sociedad revolucionaria al fin, se otorgaron los grados jerárquicos: Duarte fue nombrado General en Jefe de los Ejércitos de la República Dominicana y Director General de la revolución. Desde ese mismo día los trinitarios desplegaron una gran actividad con el objeto de allegar adeptos a la causa patriótica.

Ya en 1840 los haitianos sospechaban que había un movimiento secreto en Santo Domingo, evidentemente de conspiración contra el poder haitiano. Con el objeto de encubrir sus actividades, los trinitarios fundaron una nueva sociedad de aparente carácter cultural que llamaron La Filantrópica, como La Trinitaria, nueve fueron los co-fundadores de esta nueva entidad, encabezados por Juan Pablo Duarte. Sus reuniones eran públicas y se celebraban en el hogar de Pedro Alejandrino Pina, a manera de veladas literarias; pero La Filantrópica fue, en realidad, un círculo más amplio, donde discursos y recitaciones encubrieron mensaje de propaganda en pro de la libertad dominicana.

Siempre con el propósito de no hacerse sospechosos a los haitianos, los trinitarios crearon La Sociedad Dramática donde por medio de representaciones teatrales llevaron un nuevo mensaje al pueblo. Las obras que se representaban fueron seleccionadas por Duarte y él las había traído de Europa. Indudablemente, el teatro cumplió un gran cometido en las luchas duartianas a favor de la independencia.

Ya los esfuerzos de La Trinitaria gozaban de amplias simpatías entre los dominicanos cuando llegó la renuncia de Boyer en Haití, Duarte se apresuró a sacar ventaja para la causa independensista. Luego, al instalarse la Junta Popular en Santo Domingo, el 29 de marzo de 1843, uno de los integrantes era Juan Pablo Duarte y otros trinitarios.

El 8 de junio de 1843, juntos trinitarios y los partidarios de Francia, pidieron a la Junta Popular de Santo Domingo la concesión de libertades y, entre otras cosas, que las actas públicas y otros documentos oficiales fuesen redactados en lengua española, pidieron la oficialización de la religión católica y la instauración de las tradiciones hispánicas, estas peticiones irritaron a las autoridades haitianas y más aún con el triunfo de los trinitarios en la elección del Congreso Constituyente. Una de las medidas del nuevo dictador de Haití, Charles Herard, fue destituir a todos los dominicanos elegidos para la Constituyente, dirigirse a tierras dominicanas y la inmediata persecución de los trinitarios, unos fueron encarcelados y se da el exilio de Duarte.

Después de esto, se da una serie de acontecimientos, como por ejemplo el regreso de Duarte y al fin el 16 de enero de 1844, 156 dominicanos, se reunieron y redactaron el “Manifiesto de los pueblos de la parte del Este de la Isla Española o de Santo Domingo, sobre la causa de su separación de la República Haitiana”, el documento hablaba de reivindicaciones, de derechos, de libertades.

La independencia era, para entonces, algo inevitable, en la noche del 27 de febrero de 1844, en la puerta de la Misericordia, los revolucionarios tomaron el Conde, y en un acto solemne, se declaró a la República Dominicana libre de toda dominación extranjera.

Tomado de: Lebrón Saviñón, Mariano (1993). La Trinitaria. Santo Domingo: UASD.

La batalla de Arroyo Bermejo

La batalla de Arroyo Bermejo, también conocido como el combate de Arroyo Bermejo o acción de Arroyo Bermejo fue un enfrentamiento militar que tuvo lugar el 29 de septiembre de 1863, produciéndose en el río Bermejo en Don Juan, localidad de Monte Plata, en el marco de la guerra de Santo Domingo o Restauración durante el reinado de Isabel II de España, donde se enfrentaron el ejército real español, dirigido por el teniente general Pedro Santana Familias, marqués de las Carreras, contra las tropas del ejército libertador dominicano al mando del coronel Dionisio Arturo Troncoso.

Los sucesos de la revolución acaecida en agosto de 1863 en los pueblos fronterizos con Haití en el Cibao dieron lugar a que el gobernador superior civil y capitán general de Santo Domingo José Felipe Rivero y Lemoine concibiera el plan de emprender una expedición al Cibao con una división encabezada por el general Pedro Santana, siguiendo la misma táctica usualmente seguida constantemente respecto con los disturbios en tiempos de la república y la que dio siempre el resultado anhelado. Aquella expedición conformada por peninsulares y dominicanos tuvo entre sus objetivos cruzar la cordillera central, destruir la revolución junto con su propaganda iniciada en el Cibao y auxiliar las fuerzas en la ciudad de Santiago de los Caballeros. Dicho plan fue visto por los dominicanos partidarios de la monarquía española como una esperanza, mientras que para los partidarios de la independencia fue temor.

La batalla dejaría como resultado la derrota de los independentistas, y la reconquista conjunta española de las villas de San Pedro y La Luisa. La victoria española es conocida erróneamente como una victoria del ejército libertador debido al relato apócrifo narrado de la obra del general de división Gregorio Luperón, Notas autobiográficas y apuntes históricos, donde se hace un​ paralelo entre los generales Santana y Luperón. Actualmente la batalla es conmemorada por la Comisión Permanente de Efemérides Patrias y el Ministerio de Defensa de la República Dominicana, la alcaldía y gobernación de Monte Plata siguiendo la narrativa del relato apócrifo.

Antecedentes

Plan de expedición Española al Cibao

Proyecto de expedición

El capitán general Felipe Rivero y Lemoine cuando recibió las noticias iniciales de la insurrección que había estallado en los pueblos de la frontera hispano-haitiana y sobre su expansión a Santiago de los Caballeros, supo de la importancia de acudir con fuerzas para aniquilar el foco de revolucionario. El capitán general Felipe Rivero encontrándose sin tropas, esperando los auxilios de las Antillas y con pocas e inciertas noticias respecto a los acontecimientos en Santiago de los Caballeros, desconociendo también que la mayor parte de las tropas llegadas desde la Capitanía General de Cuba habían ido con dirección a Santiago de los Caballeros desde la ciudad de San Felipe de Puerto Plata, tuvo la necesidad de obrar con eficacia y rapidez en su estado casi desesperante, y consultaría con el marqués de las Carreras, el hombre más conocedor y de mayor prestigio de la isla. En dicha entrevista con el marqués de las Carreras salió el plan de una expedición al Cibao para que yendo por el interior de la isla hiciera renacer la confianza en los pueblos y destruyera la propaganda rebelde.

Este proyecto de expedición fue anunciado en los periódicos de la Ciudad de Santo Domingo el 12 de septiembre bajo las siguientes condiciones:

“Tropas de Monte Plata y Bayaguana, con el general D. Juan Contreras a su frente, se dirigieron a San Pedro, punto que parece ser el designado para la reunión del ejército expedicionario, que según nuestros informes ha de marchar sobre la Vega, a las órdenes del excelentísimo señor general D. Pedro Santana, quien reasumirá el mando en jefe de todo el Cibao.”

Según el teniente general José de la Gándara y Navarro, la expedición atravesaría la cordillera central, se cruzaría por la villa de San Antonio del Bonao o la villa del Cotuí y se terminaría marchando sobre Santiago de los Caballeros.

Preparativos de la expedición

El capitán general Rivero y el marqués de las Carreras replegando destacamentos y desguarneciendo lugares de importancia secundaria lograron ambos reunir una columna de 2 100 hombres. La columna estaba compuesta del batallón de cazadores de Bailén, de San Marcial, parte del de Vitoria, una compañía de ingenieros, dos piezas de montaña, sesenta caballos del escuadrón cazadores de Santo Domingo, cuatrocientos voluntarios de infantería y la quinta parte eran 500 hombres de caballería de las reservas de la villa de San Cristóbal. La columna se le reforzaría con un contingente similar al de San Cristóbal con las reservas de la villa de Santa Cruz del Seíbo que durante la marcha estarían destinadas a unirse a la columna.

Expedición

División del marqués de las Carreras

En la mañana del día 15 saldría de la capital el marqués de las Carreras frente a la columna y fue recibido por las tropas en Pajaritos en medio del mayor entusiasmo, y se emprendió la marcha como aproximadamente a las dos de la tarde. Después de un pequeño descanso en Poma Rosa se llegó en al anochecer a Sabana Mojarra, donde se acampó frente al río Yabacao. Las tropas españolas emprendieron su marcha en la mañana del día 16 y a las diez llegarían orillas del río Yabacao donde se dificultaría el paso por su anchura, profundidad y por la gran corriente que producía la lluvia. Tras atravesar el obstáculo se continuó avanzando hasta Sabana Yuna, donde las tropas pasarían la noche padeciendo la lluvia.

A las ocho de la mañana del día 17 se continuó la marcha con dirección a la villa de San Antonio de Monte Plata, lugar donde se decía que se reunían los insurgentes, llegando al medio día a Sábana del río Socoa, desde donde el marqués de las Carreras ordenaría que marchara una compañía del Bailén y la caballería a marcha forzada para llegar a San Antonio de Monte Plata antes que los insurrectos tomaran posesión del pueblo. La columna salió en la misma dirección dos horas después, entrando en el pueblo al anochecer al son de las músicas y con banderas desplegadas, y formando en la plaza principal, leyó el secretario del marqués de las Carreras, el coronel de las reservas José María Pérez, una proclama en que se llamaba a las armas a todos los habitantes para que en conjunto con las tropas españolas combatiesen la rebelión.

Contratiempos y pormenores

Las tropas españolas se encontraban rendidas y estropeadas, como si hubiesen pasado muchos días caminando cuando el trayecto que recorrieron era no muy largo y sencillo bajo circunstancias normales. La situación de las tropas empeoraría por las malas condiciones del campamento, las prolongadas lluvias, y los efectos de humedad y el calor, principalmente. Las tropas españolas estaban en la intemperie debido a que allí las tiendas de campaña rara vez se utilizaban en territorio encharcados y hubo escasez de alimentos, además se retrasaban las reservas de Santa Cruz del Seibo y esperarlas agrava las contrariedades, la cantidad de enfermos y de comida. Por la falta de transporte los enfermos no podían evacuar el campamento y aquello causaría una aglomeración de ellos. Empezaba el marqués de las Carreras a impacientarse y le pidió al capitán general Rivero que remediara sus necesidades pero el capitán general Rivero de todas partes le reclamaban lo mismo.

Uno de los acompañantes del marqués de las Carreras, Pedro Valverde, quien era llevado bajo clase de arrestado político, era señalado según la opinión pública como instigador de la revolución y aprovechándose del cierto disgusto que empezaba a nacer en las filas de las reservas, alentaría a muchos sancristobaleños a desertar y que empezó a suceder con inesperada rapidez.

Cuando el marqués de las Carreras se decidía a emprender operaciones, se recibiría la noticia de la capitulación de Santiago de los Caballeros que causó profunda sensación. El comandante del Estado Mayor Rodríguez Rivera llegaría a San Antonio de Monte Plata con la disposición del capitán general Rivero para que la columna retornara a la capital pero marqués de las Carreras no acataría dicha orden, y reuniría a sus los jefes de los cuerpos manifestándoles que teniendo a los insurrectos cerca y sin haber entrado en combate le parecía de mal efecto el cumplimiento de dicha orden, por lo que podía influir en la desacreditación del Gobierno, y emitió el parecer de probar fortuna yendo en busca de separatistas. Dicha opinión fue unánimemente acatada y se procedió a tomar las disposiciones necesarias para llevarla a cabo.

El Combate

El día 29 se movió el campamento de San Antonio de Monte Plata, dejando una pequeña fuerza en él; se emprendió la marcha para atacar al enemigo debido a que según los informes ocupaban con respetables fuerzas la formidable posición del río Bermejo, sin embargo no se sabe cantidad de los independentistas porque ocultos por lo general en la espesura de los bosques no se les podía fácilmente contar. A las diez de la mañana, tan pronto al asomarse la columna española al desfiladero del río Bermejo y al ser vistas por las tropas independentistas dominicanas del coronel Dionisio Troncoso desde aquella formidable posición fueron recibidos con una fuerte descarga de fusilería, probándose lo imponente de las fuerzas del ejército libertador. Las fuerzas españolas responderían al ataque lanzándose inmediatamente hacia el río y que fue contenida por el fuego de metralla hecho con dos piezas de artillería, y cuando el ejército real se le dio la señal para atacar avanzaron las columnas, tomándose los campamentos quemados por los rebeldes y prosiguieron su persecución hasta los estribos del Sillón de la Viuda. A las cinco de la tarde ya no se encontraban ya los insurrectos y los españoles acamparon en la nueva posición.

Consecuencias

Toma de San Pedro y La Luisa

A la mañana del día 30 emprendió la marcha sobre San Pedro que se tomó sin resistencia, continuando por la tarde de bajo una fuerte lluvia con dirección a La Luisa que se suponía estaba ocupada por el general Eusebio Manzueta con fuerzas rebeldes pero habiendo llegado sin encontrar resistencia se acampo en este punto donde se pasaría la noche y el 1 de octubre se dejaría en aquel pueblo varios hombres de las reservas y del Bailén bajo las órdenes del general José María Pérez Contreras, y continuó la columna para la villa de Sanguino, lugar al que se llegaría sin novedad y luego cruzándose el río Ozama.

Relato legendario

Texto apócrifo

En la década de los 90s del siglo XIX el general Luperón escribiría Notas autobiográficas y apuntes históricos, donde en parte narra los sucesos de la guerra en tercera persona. En el capítulo cinco dice que:

“tres o cuatro horas después de haberse instalado el Gobierno el día 14 de septiembre de 1863, llegó a Santiago el General Juan Alvarez Cartagena, enviado por el Gral. Manuel Mejía, Gobernador de La Vega, para participar que el General Santana marchaba con seis mil hombres para el Cibao.”

Gregorio Luperón

No obstante el marqués de las Carreras no saldría con su división hasta el 15 de septiembre. Luego en el libro relata lo siguiente:

“Impresionados y medio aturdidos todos los miembros del Gobierno, se reunieron en consejo y decidieron que el General Salcedo, como Presidente, debía marchar enseguida a la Provincia de La Vega, a reunir y formar fuerzas para hacer frente al General Santana; pero aquel General declino tamaña honra, pretextando que tenía que ir al encuentro de los generales Polanco, Monción y Pimentel, para informarlos del cumplimiento de la misión que ellos le habían encomendado; y en vista de esta negativa, el Gobierno requirió a Luperón, que en seguida se presentó.”

Gregorio Luperón

La narración continua diciendo que el general Luperón aceptaba pero bajo la exigencia de que Gobierno declarara al marqués de las Carreras como «traidor a la patria», y que lo pusieran fuera del amparo de las leyes republicanas, posteriormente mostrándose que se le nombraba jefe de todas las fuerzas del este y sur junto con el decreto referido al marqués de las Carreras, sin embargo nada de aquello fue el día 14, siendo que el día 15 el general Luperón se hizo nombrar por el ministerio como jefe de operaciones sobre San Antonio del Bonao, mientras el presidente José Antonio Salcedo estaba ausente y tan pronto el día 25 retorno el presidente José Salcedo a Santiago de los Caballeros se le dijo al general Luperón que partiría inmediatamente para la zona amenazada de guerra a dirigir las operaciones. Respecto a lo que concierne al decreto donde se le acusa de «alta traición» acompañado con la pena de muerte al marqués de las Carreras se expidió el 25 de diciembre y para aquel momento que se hizo el decreto el general Luperón se hallaba de cuartel en la villa de San Ignacio de Sabaneta, como consecuencia de haber sido sometido a un consejo de guerra en el sur, ocasionado por los yerros que cometió en su campaña en el sur.

En el libro se prosiguió relatando que el general Luperón encontró en el Sillón de la Viuda al coronel Troncoso y su tropa desalojados del río Bermejo tras su derrota por el marqués de las Carreras y se dice que el general Luperón buscó a los españoles, desalojándolos del río Bermejo y a las cuatro de la mañana del día siguiente se enfrentaría al marqués de las Carreras. La narración sigue diciendo:

“Bermejo separaba al héroe de lo pasado, del héroe de lo porvenir, y entrada la noche el General Santana dejo una parte de la tropa en Bermejo y se retiró con el resto a San Pedro. Luperón pasó el arroyo, derroto la retaguardia, le hizo algunos prisioneros y antes de amanecer, sus guerrillas rompían el fuego en San Pedro. El General Santana se replegó a Guanuma, y Luperón ocupó a San Pedro.”

Gregorio Luperón

Prosigue diciendo que el combate ocurrió entre el 30 de septiembre y el 1 de octubre pero en el río Bermejo no sucedió más que un combate que fue donde el coronel Troncoso fue derrotado el 29 de septiembre, siendo este combate mencionado tanto por el capitán de infantería Ramón González Tablas, el general José de la Gándara y el propio marqués de las Carreras. En Guanuma el 2 de octubre si entraría en combate el general Luperón, siendo derrotado allí por las fuerzas españolas del marqués de las Carreras.5​6​

Referencia

García Lluberes, Alcides. ARCHIVO RESTAURACION. UN COPIADOR DE OFICIOS DEL MINISTERIO DE LA GUERRA.

«Conmemoran 157 Aniversario Batalla Arroyo Bermejo». 29 de septiembre de 2020.

González Tablas, Ramón (1870). Historia de la dominación y última guerra de España en Santo Domingo. Madrid.

Gándara, José (1884). Anexión y guerra de Santo Domingo. Tomo II. Madrid: El Correo Militar.

«Ministerio de Ultramar». Gaceta de Madrid (Madrid). 2 de noviembre de 1863.

Luperón, Gregorio. Notas autobiográficas y apuntes históricos por el general Gregorio Luperón.

Fuente: wikipedia.com

Un mérito a destiempo: Escritores opinan sobre exequátur Post mortem entregado a Minerva Mirabal

Nathalia Romero

[email protected]

Santo Domingo, RD.

Minerva Mirabal fue una mujer que estuvo adelantada a su época. Fue líder opositora de una las dictaduras más férreas del siglo XX, poeta, artista y lectora asidua de filosofía. Se graduó Summa Cum Laude de la carrera de Derecho, en la Universidad Autónoma de Santo Domingo con la tesis doctoral: “El principio de la irretroactividad de las leyes y la jurisprudencia dominicana”. Un peldaño que para en ese entonces no cualquiera podía conseguir y más si se era mujer. Ese logro, fue empañado y quedó enterrado por muchos años.

No fue hasta 63 años después que el actual presidente de la República, Luis Abinader, le entregó mediante el decreto 671-20 su merecido exequátur post mortem.

¿Pero cuál fue el motivo por el que nunca se le entregó a Minerva su exequátur? ¿Fue por su condición de mujer? ¿Por qué ningún otro gobierno había tomado la iniciativa?

Para el historiador Juan Pablo Uribe, la razón por la cual nunca se le otorgó el derecho como ciudadana de ejercer su profesión fue por razones meramente políticas. Y el olvido de su póstumo reconocimiento por parte de los diferentes gobiernos post-dictadura, se debe a lo que él considera como la cuadriga que ha caracterizado gran parte de la historia democrática del país: la complicidad, impunidad, silencio y olvido.

Uribe explica que la familia Mirabal, principalmente Minerva, tuvieron un papel fundamental en la resistencia contra el oprobioso régimen. Porque Minerva nunca fue una figura de adorno. Fue fundadora junto a su esposo Manuel Aurelio Tavárez Justo del movimiento 14 de junio, la mayor fuerza opositora de la dictadura. Esto la convirtió en una enemiga pública del régimen. Fue un caso singular.

El motivo de la negación por parte de Trujillo de entregarle el exequátur a Minerva y la persecución hacia sus hermanas no fue solo por el hecho de  haber sido mujeres, sino también porque fueron revolucionarias, convirtiéndose esto en un hecho, que para la dictadura debía ser doblemente castigado, alega Uribe.

El caso de las Mirabal es comparable con el del poeta español Federico García Lorca, quien fue asediado y asesinado por su condición de poeta, revolucionario, comunista y homosexual. Para Francisco Franco la muerte de García Lorca significó un triunfo, porque el dictador se proclamó campeón del anti-comunismo, tal como lo hizo su homólogo Trujillo.

No obstante, para el escritor y periodista Diógenes Céspedes, el exequátur post mortem no fue más que un reconocimiento a los familiares de Minerva que están vivos y para que la sociedad lo sepa.

“Antes ningún gobierno lo había hecho y a los que llevan el apellido y que han ocupado altos cargos en los gobiernos de Leonel y Danilo, no era un tema para ellos”, declara Céspedes.

Céspedes entiende que al gobierno actual no le costó nada dar el reconocimiento. “Solo un pedacito de papel y nadie se opone a esa medida”. Y es que para la ideología de los héroes nacionales solo existe adscripción. “Oponerse es ir en contra de la corriente y de lo políticamente correcto”, según el escritor.

Mientras que para la escritora dominico-americana Julia Álvarez, quien en el libro “En el tiempo de las mariposas” dio a conocer la historia de las tres hermanas en el mundo literario, el reconocimiento llegó más de 60 años tarde, pero aun así, se siente agradecida de que alguien se hubiese dado cuenta y reconociera la injusticia de esa censura.

Álvarez ahora insta a los dominicanos, que aborden y reconozcan tantas otras violaciones, como lo fue la masacre que a los haitianos que ordenó el tirano Rafael Leonidas Trujillo  en 1937.  Por esa razón, la escritora y un grupo de otros escritores de la Diáspora, y del país vecino fundaron “Frontera de las Luces” en el año 2012, un colectivo que anualmente conmemora la masacre en octubre, y con ambos países y comunidades en la frontera, hacen proyectos y crean lo que considera la escritora una “Frontera de la Luz”.

“Creo que Minerva Mirabal nos defendería en cualquier tribunal y aprobaría este esfuerzo de dar voz y derecho a una injusticia”, expresa la autora.

 

 

Hace 146 años un presidente barrió con todos los decretos

Guillermo Pérez

Santo Domingo, RD

 Llegó por primera vez a la presidencia de la República seguido por sus luces de líder de la “Revolución Unionis­ta”, tras la capitulación del gobierno de los seis años del presidente Ramón Buena­ventura Báez.

Cuando ocupó su asien­to presidencial, no sólo tiró por la borda de un carpetazo todos los decretos de su an­tecesor, Báez, “El Jabao”, si­no que cuantas leyes fueron aprobadas por su antecesor terminaron en el fondo del precipicio.

Ocurrió en 1874, hace 146 años, y el hombre que lo hizo fue nada más y na­da menos que el decimono­veno presidente de la Re­pública, el general Ignacio María González, que, igual que Báez, también ocupó la presidencia del país en cinco ocasiones.

Este hecho fue recogido por Listín Diario en una edición del mes de noviembre de 1933.

Quince años después de ocurrido este acontecimien­to se produjo, el 1 de agos­to de 1889, la fundación de  Listín Diario, que a día de hoy, 131 años y días contando, ha documentado los sucesos más importantes de la nación.

La derogación de decretos presidenciales emitidos por jefes de Estado predecesores al jefe del Ejecutivo de turno ha sido una práctica centena­ria. Lo que para muchos es en estos días causa sorpresas y rubor, no tiene sentido.

Y ahí está la historia para demostrarlo.

Cuando logró la capitula­ción de Buenaventura Báez el 2 de enero de 1874, 19 días después asumió, junto con Manuel Altagracia Cáceres, la presidencia conjunta de la Re­pública, según recoge MCN bigrafias.com.

Ignacio María González derogó los acuerdos de Bue­naventura Báez con la Sama­ná Bay Company, volviendo a recuperar plenamente la so­beranía dominicana sobre la bahía y la península de Sama­ná.

También anuló todos los decretos y leyes dictadas por Báez que declaraban el esta­do de sitio parcial o total, y aquel decreto que declaraba cerrado el puerto de azua al comercio en general.

La medida del general Ig­nacio María González fue, li­teralmente, una barrida total de los decretos de Buenaven­tura Báez.

El presidente de la Repúbli­ca tiene atribuciones de “pro­mulgar y hacer publicar las leyes y resoluciones del Con­greso Nacional y cuidar de su fiel ejecución, expedir decre­tos, reglamentos e instruccio­nes cuando fuere necesario”.

Es un tipo de acto adminis­trativo emanado por el poder ejecutivo que posee conteni­do normativo reglamentario, siendo así su rango jerárqui­camente inferior a las leyes. Cuando Leonel Fernández asumió la presidencia de la República en 1996 derogó el número 206-96, de la ges­tión del doctor Joaquín Bala­guer, que autorizó al Jardín Botánico Nacional “Dr. Rafael M. Moscoso” a renovar, por l0 años, el contrato de dirección y administración suscrito con la Fundación Pro-Flora Domi­nicana.

Los decretos de Danilo

Durante su mandato de ocho años, el presidente Danilo Medina emitió tres decretos que derogaron 43 designa­ciones de funcionarios de las gestiones de Hipólito Mejía y Leonel Fernández.

En los decretos 268, 272 y 273, el presidente Medina de­roga nombramientos hechos en el 2002, cuando Hipólito Mejía dirigía los destinos del país.

Acciones de Abinader

El lunes 7 de este mes, el Poder Ejecutivo derogó los decretos 65-20 y 122-20, emitidos por presiden­te Medina, con el que can­celó el nombramiento de un grupo de servidores en el exterior, incluidos emba­jadores alternos, vicecón­sules, ministros consejeros, secretarios y auxiliares y los habría restituido tres meses antes de las pasadas elec­ciones del 5 de julio.

Parte de los destituidos por Abinader son Juan Ávila y Juan Isidro Martínez, Francis­co Robles, José Santana, José Tomás Paulino, Román Octa­vio Jáquez Hernández, y Dio­nisio Ventura, Pedro Mejía, Juan Méndez Cordero, José Encarnación; Pamela Marra Marra, Tamayo Juan Salva­dor Tejada.

ANULADOS
Las medidas.

Otros destiutuidos en el paquete de Abina­der son Leonel Au­gusto Sánchez y Gret­ter Socías, Flavio Holguín, Antonio Gon­zález, Efraín Guerra, Carlos Féliz, Vivian del Tejo Taveras, An­yelina Altagracia Gar­cía Santos, Ramón Ra­mírez (fallecido), Sil­via González Sierra, Eddy de Gracia Pérez, Jame Manuel Bruno Sosa, Delis Hernández, Ramón Revis Matos, Félix Peña, Norma Ro­sa Campusano, Apoli­nar Rondón, Tomás A. Guzmán Ramírez

Nacimiento y muerte

Ignacio María Gonzá­lez, cinco veces presi­dente de la República Dominicana, nació en Santo Domingo el 26 de enero de 1838.

Murió el 8 de febrero de 1915 y, por medio de una resolución emi­tida por el Presiden­te de la República de entonces, el presiden­te Juan I. Jiménez dis­puso, el 20 de febrero de 1915, que su cuer­po fuera enterrado en la Catedral Primada de América, luego del rendirséle los hono­res de exjefe de Esta­do, además de decla­rar tres días de duelo nacional.

 

 

Fuente: listindiario.com

La Expedición de Constanza, Maimón y Estero Hondo, 14 y 20 de Junio de 1959.

Estaba programada para llegar por aire y mar a suelo dominicano el 14 de junio. Sin embargo, las dos embarcaciones facilitadas por los cubanos llegaron a la costa norte seis días después, debido a un sabotaje y al mal tiempo.

El desembarco aéreo ocurrió el domingo 14 de junio, con 54 expedicionarios a bordo del avión C-46 Curtiss, en el aeropuerto militar de Constanza. La ruta de incursión aérea fue dirigida por Juan de Dios Ventura Simó y la expedición comandada por Enrique Jimenes Moya. El avión, adquirido en Miami utilizando parte de los 250,000 dólares donados por los venezolanos, fue camuflado con las insignias de la Aviación Militar Dominicana y regresó a Cuba, piloteado por el venezolano Julio César Rodríguez y el co-piloto cubano Orestes Acosta.

El desembarco aéreo, en sentido general, fue exitoso y sin bajas, logrando los expedicionarios desplazarse hacia las montañas en dos grupos, uno dirigido por Enrique Jimenes Moya con 33 hombres, que avanzó hacia Tireo, mientras que los otros 20 expedicionarios, avanzaron hacia las montañas de El Botao, bajo la dirección del comandante cubano Delio Gómez Ochoa. El régimen desplegó unos 3,000 soldados, desplazando camiones y aviones, a los que se sumaron los grupos de campesinos y civiles. El 15 de junio temprano los cielos de Constanza se vieron ennegrecidos por los bombardeos de la Aviación Militar Dominicana. Mientras se internaban en las montañas, uno de los expedicionarios perdió la mochila que contenía los planos de los desembarcos marítimos. Esto constituyó un revés, al revelar los planes precisos de los desembarcos marítimos no realizados aún.

El 20 de junio, la lancha Carmen Elsa desembarcó por Maimón, con 96 expedicionarios, comandada por José Horacio Rodríguez y finalmente capitaneada por José Messón. A su vez, la Tínima desembarcó en Estero Hondo con unos 48 expedicionarios, comandada por José Antonio Campos Navarro. Los desembarcos fueron combatidos por el Ejército y la Aviación Militar, con el despliegue de otros 3,000 soldados. Los expedicionarios de Maimón y Estero Hondo fueron duramente atacados por la Marina, con la presencia de un guardacostas, una corbeta de guerra y un barco destructor, además de bombardeos por la Aviación Militar Dominicana.

La menor parte de los expedicionarios de ambos frentes cayeron en combate. La mayoría fueron hechos prisioneros por militares y civiles, algunos asesinados de inmediato o enviados a la Base Aérea de San Isidro, donde finalmente eran interrogados, torturados y fusilados.

Un último reducto de 5 expedicionarios de Constanza fue hecho prisionero el 10 de julio, compuesto por los dominicanos Poncio Pou Saleta y Merardo Germán, mientras que los cubanos Delio Gómez Ochoa, Frank López y el adolescente Pablito Mirabal, se les capturó al día siguiente.

Existen evidencias de la pervivencia hasta el mes de septiembre de 1959 de dos expedicionarios que habían desembarcado en Maimón, logrando permanecer con vida de manera aislada. Ellos fueron el norteamericano Larry Bivins -veterano de la guerra de Corea, y el español Francisco Álvarez, quien fue el último en morir el día 14 de septiembre, tras ser torturado, tal y como lo reflejan sus restos.

Historia de Abigaíl Mejía

Abigaíl Mejía nació en la ciudad de Santo Domingo el 15 de abril de 1895 en la casa número 68 de la antigua y legendaria calle Consistorial (hoy Arzobispo Meriño).

Falleció en la misma ciudad el 15 de marzo de 1941, en su residencia de la calle Cayetano Rodríguez número 1, Reparto Independencia, de modo que solo vivió 46 años.

Esta destacada escritora dominicana partió hacia España muy joven, tan pronto concluyó sus estudios en el Instituto de Señoritas Salomé Ureña y en el Liceo Dominicano. En aquel país, continuó su preparación en la ciudad de Barcelona, (teniendo como profesora a María Montesorri), en el colegio de la Compañía de Santa Teresa de Jesús y en la Escuela Normal, obteniendo en esta última el título de Maestra Normal de Segunda Enseñanza, en 1912, cuando apenas contaba con 17 años de edad. Siguió viviendo en España hasta que cumplió los 30 años de edad y allí publicó los siguientes libros: “Por entre frivolidades”, “Brotes de raza”, “Historia de la literatura castellana” y la novela “Sueña Pilarín”.

Después de regresar al país, cosa que hizo en 1925, Abigaíl Mejía publicó los libros: “Biografía de Meriño”, “Ideario feminista”, “Vida de Máximo Gómez” e “Historia de la literatura dominicana”, que fue la primera Historia de la Literatura Dominicana, editada en la Imprenta Caribe en 1937, la que consta de 146 páginas. También colaboró con periódicos y revistas, en donde publicó una serie de ensayos y conferencias suyas, entre los que destacan: “Hojas de un Diario viajero”, “De mi peregrinación a Roma y Lourdes”, “Evolución del feminismo”, “Plan acerca de la Fundación de un Museo Nacional”, “Blanco y negro”, “El Porvenir de la Raza”, “Cromos” y “La Mujer y el Amor en las obras de Lope de Vega, Tirso y Calderón”.

Fue designada profesora de Literatura, Castellano, Pedagogía e Historia en la Escuela Normal de Santo Domingo. Además, durante algunos años fue Directora del Museo Nacional. Destacó, asimismo, como pionera del feminismo en el país. Fundó los clubes Nosotras (1927) y Acción Feminista, este último dedicado a la formación de las mujeres de los sectores pobres del país. Por otra parte, fue sin lugar a dudas, la pionera del arte fotográfico femenino en nuestro país. En 1925 marcó un hito con la publicación de las dos primeras fotografías tomadas por una mujer para ilustrar un artículo de fondo de su autoría en la revista La Opinión, Revista Semanal Ilustrada (Año III,Vol.15, Núm.139 (3-IX-1925), s/p) de Santo Domingo. Le correspondió, además, ser la precursora de redactar las propuestas de reformas al Código Penal Dominicano en 1932, así como crear las primeras escuelas nocturnas para obreras, y, organizar el Voto de Ensayo de la mujer dominicana en 1934, donde votaron 96,424 mujeres, lo que marcó un hito en todo el continente.

Fuente: educando.edu.do