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7 Técnicas de modificación de la conducta en los niños

La modificación de la conducta es una técnica basada en el cambio del comportamiento de forma consciente. Se cree que con estas técnicas se hace posible el cambio en la conducta enfocando la misma en aspectos cognitivos y procesos básicos que son el origen del problema o dificultad, el desarrollo y el cambio. En este artículo vamos a ver técnicas de modificación de la conducta apropiadas para niños y niñas

La técnica debe, inevitablemente, tener la atención de la persona con la que se desee trabajar para modificar dicha conducta. Asimismo, es importante el grupo de amigos y el entorno familiar de la persona que lleve a cabo esta técnica.

Por último, y no menos importante, es necesaria la intervención multidisciplinar. Es decir, el trabajo de diferentes profesionales que atiendan y trabajen con esta técnica en un paciente determinado.

7 técnicas de modificación de la conducta más utilizadas

  • Técnica para disminuir la ansiedad. Es una técnica que pertenece a la corriente cognitivo-conductual. Wolpe, creador de esta técnica, afirma que así como se podía condicionar el miedo de una persona, del mismo modo era posible controlar la ansiedad. La técnica pretende que ante la ansiedad, el sujeto responda con un estímulo opuesto. Por ejemplo; la relajación.
  • Técnica para el control de situaciones de miedo o estrés. Esta técnica que proviene de la corriente conductual, sostiene que si una situación o estímulo producen ansiedad, miedo o estrés, la exposición repetida a la misma ayudará para que el sujeto finalmente termina por acostumbrarse y dominar dicha situación.
  • Meditación o mindfulness. Es una técnica oriental que tiene su base en la meditación zen. Con esta técnica la persona se prepara para enfrentar cualquier situación de estrés o ansiedad de un modo diferente. Lo que propone la técnica de meditación es un cambio en el estilo de vida hacia una conciencia más serena y relajada. Esta se lleva a cabo en cualquier lugar sereno y por el mayor tiempo posible hasta que la persona, paulatinamente, cambia su modo de percibir las cosas y reconoce sus propios sentimientos, emociones, pensamientos y valoraciones.
  • Moldeamiento. Esta técnica se basa en reforzar cada uno de los comportamientos parciales que tenga la persona hasta que finalmente alcance la conducta final deseada o esperada.
  • La técnica del encadenamiento. esta técnica propone la modificación paulatina de las conductas simples y la descomposición de las conductas complejas en simples. El nombre deriva en que, según ella, es posible con encadenamiento, modificar todas las conductas de las personas. Siguiendo esta técnica sería posible modificar la personalidad. Ante esto han surgido varias críticas, especialmente las del psicoanálisis que afirma que no es posible la modificación de la personalidad (al menos no de forma rápida) pero sí de las ciertas conductas o patrones.
  • La técnica del tiempo fuera. Es una técnica que se basa en evitar aquel comportamiento o conducta reiterada que actúe como reforzador. Una vez identificado el reforzador, se evita el mismo (tiempo fuera) por un cierto período de tiempo. A medida que la persona avanza con la técnica, el tiempo se extiende hasta luego desaparecer los tiempos y el comportamiento sin el reforzador pasa a ser permanente.
  • Economía de fichas. La economía de fichas tiene la finalidad de modificar la conducta de la persona y del entorno también. La persona debe pagar con fichas en caso de realizar conductas o acciones indebidas. Se pueden emplear billetes, bonos, fichas, monedas, etc.

 

Fuente:

https://www.educapeques.com/escuela-de-padres/tecnicas-de-modificacion-de-la-conducta.html

Conducta de estudiantes en las escuelas es reflejo de la familia y la sociedad actual

Santa Marte
Listín Diario

El comportamiento que están mostrando muchos estudiantes en las escuelas del país está preocupando no solo a los maestros, sino a la sociedad en general. Y es que a raíz de que circulara en las redes sociales un video donde unas estudiantes  mostraban parte de sus intimidades, son más de una las historias que se escuchan sobre la situación que se vive en los centros educativos.

Algunos lo atribuyen a la permisibilidad que hoy día se permite en las escuelas, donde ya no se puede sancionar a un estudiante y someterlo a disciplina por su mal comportamiento, lo que le da pie a ellos para que lo siga repitiendo. Otros entienden que es un reflejo de lo que ven en la sociedad.

“Hay una indisciplina muy grande, son muy desorden, ni se respetan ellos mismos ni respetan al profesor, unos con otros no se están considerando, hay mucha violencia”, dice una mujer que se hace reserva de su nombre. Ella vendía meriendas y golosinas en una escuela y el comportamiento que estaban experimentando los estudiantes la obligó a suspender el negocio cuando uno de ellos incluso le dio una bofetada porque no quiso regalarle una golosina.

El irrespeto de los estudiantes hacia los maestros va desde insultos hasta agresión con objetos. “Uno le lanzó un zapato a su profesora, pero no se pudo suspender”, se quejó la mujer, quien entiende que no se le puede pedir a un niño que dé algo que en el hogar no lo aprende.

“Pero es la pérdida de valores que se vive hoy día, acompañado de la crianza en hogares disfuncionales, con niños con evidentes problemas de comportamiento. Allá había un niño tan violento que para fugarse se volaba por la pared, y para que no se fugara tuvimos que poner malla y nos cansamos de ir al distrito para que tomaran medidas y lo que nos dijeron era que la educación era inclusiva, y lo que lo llevaron fue a orientación, pero no se pudo hacer nada en ese caso, al final la madre tuvo que terminar sacándolo de la escuela”, narró la mujer al indicar que desde los 5 años los niños van desarrollando ese comportamiento.

Hoy día los educadores también se enfrentan al dilema de si corregir o no un estudiante, porque cuando lo hacen encuentran la afrenta de un padre que también se le aparece en la escuela a reclamarle por qué lo quemó o suspendió.

La situación mantiene a profesores y empleados en una situación de tensión, debido aque esos niños se le enfrentan a los maestros y ellos no pueden hacer nada.

“Es una violencia demasiado marcada, a un nivel tan extremo que el otro día una niña llevó un cuté de juguete, parece que se pusieron a jugar con otro niño y al cuté se le rompió la cabecita, el niño la cogió y la entró en un lápiz  e hirió a un compañerito con el que se puso a pelear y le dieron 10 puntos”, contó indignada la señora al señalar que los maestros están todos disfónicos, porque es más lo que hablan para que los niños hagan silencio, que lo que trabajan en las aulas.

Pero para Luis, quien es maestro de un centro de excelencia, lo que está ocurriendo hoy día en las escuelas es un puro reflejo de la sociedad. “¿No ves esas artistas que se suben a un escenario y se van quitando la poca ropa que llevan una a una hasta quedarse enseñando todo?, ellos ven eso y lo ven como algo normal y lo replican pin pun”, dice.

Aunque en su centro no son comunes escenas de violencia, contó que en una ocasión en una escuela donde laboraba, un estudiante le ponchó las cuatro gomas al vehículo del profesor de inglés porque lo quemó.

“No viste el último espectáculo de la Materialista, pin-pun, qué hizo?, bailar enseñando las…, eso mismo es lo que ellos hacen”, dijo al referirse al video de las estudiantes publicado en las redes sociales.

Se recuerda que en días pasados un estudiante hirió de varias cuchilladas a una maestra de un centro educativo de La Romana, y el caso fue llevado a la justicia.

La bondad en la conducta

Hemos comprobado que la bondad está en las cosas; que no es una invención de la mente o fruto del capricho de la voluntad. Sobre lo que es bueno o malo no caben opiniones, a no ser por ignorancia de la realidad. Precisamente concluíamos que existe un criterio objetivo: es bueno lo que acerca a Dios; es malo lo contrario.

Porque Dios es nuestro último fin, es decir, donde, en último extremo, se halla nuestra perfección. De modo que en la medida en que podemos saber qué es lo que acerca a Dios, podemos también saber qué es lo bueno.

Ahora bien, una cosa es la bondad de “las cosas”, y otra la bondad de los actos humanos que inciden sobre las cosas o permanecen en el interior de nosotros mismos. Esta última es la que nos ha de ocupar en este artículo; y es del mayor interés, porque con nuestras acciones es como nos labramos la perfección personal o la ruina. La cuestión es: ¿cuándo son buenos los actos humanos? ¿qué condiciones se requieren para poder calificar de moralmente buenos a nuestros actos? ¿de qué depende su bondad? ¿cuándo nos acercan o separan del último fin, que es Dios?

Lo primero que hemos de tener en cuenta al examinar nuestra conducta en vistas a su calificación moral es lo que hemos hecho, es decir, el “objeto” de nuestro acto: ¿Es bueno ese objeto?, porque ya vimos que el bien es algo objetivo, como “la propia ley divina, eterna, objetiva y universal, por la que Dios gobierna el mundo universo y la comunidad humana” . Por eso se dice
que “el objeto es la primera fuente de moralidad”. ¿Está conforme lo que he hecho con la objetiva ley divina, natural o evangélica?.

Esta es la primera pregunta necesaria; pero no sólo el objeto -lo que hacemos- es fuente de moralidad. No basta la consideración del objeto para saber si un acto humano es moralmente bueno o malo. Es más -enseña Juan Pablo II-“la moral -lo que es moral- es cosa esencialmente íntima, interior”, reside en la conciencia y en la voluntad, que es donde, con sus actitudes y elecciones se expresa el “hombre interior” .

Importancia de la interioridad

El Papa advierte que “lo moral” de nuestras obras tiene, como es obvio, una dimensión exterior, digamos visible, apreciable desde fuera (pasear, comprar, comer, trabajar), que está en relación con las normas objetivas de la conducta humana (no robar, no atentar contra la vida propia o ajena, etc.). Sin embargo, este hecho -la existencia de esta dimensión exterior- en nada modifica el hecho precedente, a saber, que la moral es un asunto de conciencia y que sus exigencias incumben a la interioridad del hombre.

“Cristo enseñaba moral. El Evangelio y los demás textos del Nuevo Testamento lo demuestran sin lugar a dudas”. Sabemos que el Decálogo, o sea, los Diez Mandamientos de la ley moral natural -indicados expresamente por Dios a Moisés-, fue confirmado por el Evangelio.

Y recuerda Juan Pablo II que, al enseñar la moral, Cristo tenía en cuenta estas dos dimensiones: la exterior, o sea, visible, social e, incluso, “pública” y la interior. Pero, conforme a la naturaleza misma de la moral, de “lo que es moral”, el Señor concedia importancia primordial a la dimensión interior, a la rectitud de la conciencia humana y de la voluntad, es decir, a lo que en términos bíblicos, se llama “corazón”.

En diversos momentos y de diferentes maneras, Jesucristo enseñó que: “lo que sale de la boca procede del corazón y eso hace impuro al hombre. Porque del corazón provienen los malos pensamientos, los homicidios, los adulterios, las fornicaciones, los robos, los falsos testimonios, las blasfemias. Esto es lo que contamina al hombre” : el mal que reside en el corazón, es decir, en la conciencia y en la voluntad.

El Señor, por tanto, indica lo que está mal, las obras que son malas – y en consecuencia contaminan al hombre, lo dañan -, y que son externas, visibles. Pero indica también donde se encuentra la causa, la raíz de esas obras que, en definitiva, son una manifestación de lo que hay en el interior. Si se extirpara la mala raíz no habría malos frutos. Gráficamente lo expresaba el Papa en su mensaje de paz de 1984: “es el hombre quien mata y no su espada y sus misiles”; “la guerra nace del corazón del hombre”.

Es lógico pues que se afirme que de las dos dimensiones de la moralidad de los actos humanos, la que posee importancia primordial sea la interior: la dimensión “hacia adentro” del hombre. Además, “existen normas – dice Juan Pablo II – que atañen de un modo directo a actos exclusivamente interiores.

Vemos ya en el Decálogo dos mandamientos que empiezan por estas palabras: “No desearás…” y “No codiciarás…” y que, por consiguiente no se refieren a ningún acto exterior, sino sólo a una actitud interior, relativa, en el primer caso, a ‘la mujer de tu prójimo’; y, en el segundo, a ‘los bienes ajenos’.

Cristo lo subraya con más fuerza todavía. Sus palabras pronunciadas en el monte de las Bienaventuranzas, cuando llama ‘adúltero de corazón’ al que mira a una mujer deseándola, fueron para mí – dice el Papa – punto de partida de largas reflexiones sobre el carácter específico de la moral evangélica en esta materia” .

Importancia pues de la dimensión interior de “lo moral”; importancia de la interioridad, de las intenciones, de las actitudes. “Pero – continúa Juan Pablo II- no es eso todo. Sabemos que el Sermón de la montaña habla también de las buenas obras, como la oración, la limosna, el ayuno, que el Padre ve en lo oculto”.

Que la dimensión interior del acto humano tenga primordial importancia no quiere decir que la exterior – “lo que se hace” – no afecte a la persona y no tenga relevancia moral. La tiene, y mucha. “La ética católica no es sólo un conjunto de normas, mandamientos y reglas de conducta” . No es sólo eso, pero es también eso. Cristo tenía en cuenta las dos dimensiones del acto humano; que son justamente dos dimensiones de un acto que es uno, aunque complejo.

Por tanto, una simple “moral de intenciones” o “de actitudes” que no valorase el objeto, las obras en las que se plasman las actitudes e intenciones, seria una moral mutilada y, por tanto, falsa, como un folio rasgado por cualquiera de sus lados ya no es un folio. El folio tiene dos dimensiones, largo y ancho; si lo rompo por cualquiera de las dos deja de ser lo que era. Un plato o manjar exquisito, con ingredientes de primera calidad, pero aderezado con unos gramitos de arsénico, todo él resulta mortal de necesidad, aunque se haya elaborado con la “buena intención” de alimentar al cliente.

Cualquier cosa mala, por muy buena que sea la intención con que se haga, no deja de causar el mal; y el acto humano que la realiza – compuesto de lo subjetivo y lo objetivo – resulta enteramente malo y daña siempre a la persona.

En efecto, el mismo Papa, que subyaraba la importancia de la dimensión interior de los actos humanos, aclara que “no es suficiente tener la intención de obrar rectamente para que nuestra acción sea objetivamente recta, es decir, conforme a la ley moral. Se puede obrar con la intención de realizarse uno a sí mismo y hacer crecer a los demás en humanidad; pero la intención no es suficiente para que en realidad nuestra persona o la del otro se reconozca en su obrar” . Hace falta, además, que lo que se quiere sea de verdad bueno.

La libertad: condición de bondad moral

Juan Pablo II sigue ahondando en la cuestión: “¿En qué consiste la bondad de la conducta humana? Si prestamos atención a nuestra experiencia cotidiana, vemos que, entre las diversas actividades en que se expresa nuestra persona, algunas se verifican en nosotros, pero no son plenamente nuestras; mientras que otras no sólo se verifican en nosotros, sino que son plenamente nuestras.

Son aquellas actividades que nacen de nuestra libertad: actos de los que cada uno de nosotros es autor en sentido propio y verdadero. Son, en una palabra, los actos libres (…) La bondad es una cualidad de nuestra actuación libre. Es decir, de esa actuación cuyo principio y causa es la persona; de lo cual, por tanto, es responsable” .

No significa esto que por el hecho de ser libre el acto humano sea moralmente bueno, sino que la libertad es una de las condiciones varias de la bondad moral. Una condición también importante, porque “mediante su actuación libre, la persona humana se expresa a sf misma y al mismo tiempo se realiza a sí misma” es decir, va realizando en sí misma un incremento de bondad, si la conducta es moralmente buena; si fuera mala, el sentido de la libertad se vería frustrado.

Importancia de las obras

En efecto, “la fe de la Iglesia fundada sobre la revelación divina, nos enseña que cada uno de nosotros será juzgado según sus obras” . Son muchos, por cierto, los momentos de la Sagrada Escritura en que se afirma que Dios retribuirá a cada uno según sus obras; por ejemplo: Mt 5, 16; Apoc 2, 23; 22, 12; cfr. Rom 2, 6; Eccli 16, 15; 2 Tim 4; Sant 1, 21-25.

“Nótese – indica el Papa – : es nuestra persona la que será juzgada de acuerdo con sus obras. Por ello se comprende que en nuestras obras es la persona que se expresa, se realiza y – por así decirlo – se plasma. Cada uno es responsable no sólo de sus acciones libres, sino que, mediante tales acciones se hace responsable de si mismo” .

No parece que se pueda iluminar mejor la relevancia moral de lo objetivo, de las obras, de los actos externos. Seremos juzgados por nuestras obras, porque ellas son “criaturas” de nuestra libertad en las que nos hemos expresado y forman parte de nosotros mismos.

“Es necesario – insiste el Romano Pontífice – subrayar esta relación fundamental entre el acto realizado y la persona que lo realiza”. Nuestras obras expresan siempre lo que somos o, al menos, algo de lo que somos; y con ellas no sólo “hacemos cosas”, “nos hacemos” también a nosotros mismos: sabios o ignorantes, justos o injustos, prudentes o imprudentes, lujuriosos o castos.

Pues bien, “a la luz de esta profunda relación entre la persona y su actuación libre podemos comprender en qué consiste la bondad de nuestros actos, es decir, cuáles son esas obras buenas que Dios de antemano preparó para que en ellas anduviésemos” (…). Cuando el acto realizado libremente es conforme al ser de la persona, es bueno”.

“La persona está dotada de una verdad propia, de un orden intrínseco propio, de una constitución propia. Cuando sus obras concuerdan con ese orden, con la constitución propia de persona humana creada por Dios, son obras buenas, que Dios preparó de antemano para que en ellas anduviésemos.

Fuente: aciprensa.com

La mala conducta del estudiante genera desgaste en el docente

Además de la violencia entre iguales, en las escuelas existe una gran conflictividad en el aula que afecta muy negativamente no solo al proceso de enseñanza-aprendizaje, sino también al profesorado, y esa conflictividad que llega a alcanzar cotas de la violencia real, de alta intensidad, puede hacer que el acoso entre iguales quede como algo periférico.

Durante las clases a alumnos/as, en algunos centros educativos, se hace tremendamente difícil realizar algo riguroso, porque hay conflictotensión descontrol, quedando con estas tres palabras perfectamente definida la situación de la Educación Secundaria. Y la situación, lejos de mejorar, va empeorando respecto a los cursos anteriores. Los innumerables comportamientos disruptivos que varios alumnos presentan durante las clases provocan violencia verbal, psicológica e incluso física, y ello es vivido frecuentemente con enorme disgusto y ansiedad por los profesores, quienes en casos extremos llegan a sufrir la total destrucción de su identidad profesional.

La casi total ausencia de la autoridad docente ha traído como consecuencia, que bastantes alumnos durante las clases presenten conductas inadecuadas, como es el comer chucherías o escuchar música en su celular mostrando total desinterés hacia las explicaciones y figura de su profesor, cuando no, interrumpiendo las clases por su frecuente impuntualidad, llamando en voz alta a algún compañero, haciendo comentarios inoportunos a voz en grito, levantándose de su sito sin el permiso del profesor, enzarzándose con algún compañero dialéctica o físicamente, e incluso humillando descaradamente a su profesor. Estas situaciones, absolutamente habituales en muchas aulas durante las clases, provocan un importante descontento en el profesorado, que llega a sentir miedo o angustia previo a entrar en determinadas aulas.

Algunos alumnos/as presentan problemas muy serios de comportamiento, comportándose de forma grosera y desconsiderada, y muestran hacia su profesor/a o hacia sus compañeros una elevada agresividad física o verbal sin justificación alguna. Si bien es cierto que en general se trata de una violencia de “baja intensidad” (ruidos intencionados, chillidos estridentes, palabras malsonantes u obscenas en medio de una explicación, sin que muchas veces el profesor pueda reconocer o identificar su origen), no es menos cierto que este tipo de comportamiento crea un estado de tensión tal que tiene dosis de agresividad propia de la violencia real, de una violencia de alta intensidad que afecta sobre todo al profesorado. Ante estas conductas disruptivas, el profesor, una vez agotadas sus “estrategias pedagógicas”, trata de controlar la situación y el orden de la clase poniendo “partes” o “apercibimientos” graves y/o leves a esos alumnos conflictivos ante la dirección académica, y cuya acumulación puede originar la apertura de “expedientes disciplinarios” al alumno/a en cuestión.

Un gran porcentaje de profesores señalan los “problemas psíquicos” como su mayor problema. Un 25 % de profesores tiene una baja oficial o circunstancial cada año, y aunque solo un 3 % de ellas se identifican con problemas de estrés, la mayoría de las otras dolencias son originadas por esto mismo. La mayoría de las bajas se producen por la conflictividad escolar a la que los docentes deben enfrentarse a diario, y aunque suele calificarse a esa conflictividad de moderada, también hay que decir de ella que es constante.

Las aulas, a menudo se convierten en verdaderos campos de batalla, por múltiples razones, y en esas condiciones desempeñar la tarea de profesor, exige disposiciones que podrían calificarse de “casi heróicas”.

El psiquiatra Carlos Castilla del Pino (2000), en una entrevista publicada en el “Semanal”, suplemento del periódico “El Sur”, dice: No hay ahora mismo profesión que depare mayor sufrimiento que la de profesor de escuela secundaria. Existe una patología del docente verdaderamente terrorífica. Los alumnos les han hecho perder la autoridad y es imposible mantener el orden en las aulas; ya no tienen miedo a la amenaza del suspenso, porque hasta los padres, en este caso, se ponen en contra del profesor.

En realidad, la escuela, ya no es exclusivamente un lugar para aprender, porque se ha convertido en una prolongación del hogar y de todos y cada uno de los lugares de ocio (bares, discotecas, el barrio, el campo de fútbol…); los alumnos no diferencian entre conductas dentro y fuera de la escuela.

Bárbara Pastor (2002), describe el siguiente hecho:

– Buenos días, loca…

( La profesora no contesta, Trata de aparentar que no ha oído nada).

– Además de loca, sorda…

( Todos se ríen, todos menos uno. Probablemente, el único que entiende que ese no es un saludo adecuado para una profesora).

Los alumnos saludan a un profesor con un insulto, y no pasa nada. Los alumnos rompen la silla del profesor para que no pueda sentarse, y no pasa nada. Los alumnos llevan el teléfono móvil conectado para que suene en clase y no pasa nada. Los alumnos destrozan las persianas de la clase, y no pasa nada. Los alumnos se cargan las cerraduras de las aulas que quieren, y no pasa nada. Hay una actitud generalizada que permite que todas estas cosas y muchas más, ocurran sin que pase nada.

El mal funcionamiento de la disciplina en muchos centros educativos es una verdad innegable. En un estudio llevado a cabo por el CIDE (1995), el 72 % de los 18.000 profesores de secundaria consultados, consideraba ya entonces, que la falta de disciplina en la escuela era un tema importante.

Cuando se habla del “malestar en la enseñanza”, se destaca sobre todo el malestar del profesorado…su descontento…su disconformidad en lo relativo al desarrollo de su trabajo.

Se trata de algo generalizado, que ocurre en todas la comunidades de nuestro país.

Es imprescindible conocer la magnitud de la violencia que se produce a diario en las aulas de Educación Secundaria, si pretendemos aportar procedimientos que ayuden a prevenirla o a minimizar sus consecuencias.

FRECUENCIA DE CONDUCTAS ANTISOCIALES EN LAS AULAS Y MALESTAR DEL PROFESORADO DE SECUNDARIA.

La situación actual tampoco tiene nada que ver con que “En las aulas existe una autodisciplina basada fundamentalmente en el respeto mutuo entre maestros y alumnos”.

Lo cierto es que la convivencia en las aulas no es buena, y ello repercute muy negativamente sobre el proceso de enseñanza-aprendizaje de los alumnos, porque durante las clases se hace tremendamente difícil realizar algo serio. Esos conflictos que pueden hacer que el acoso entre iguales quede como algo periférico, llegan a alcanzar cotas de violencia real, de violencia de alta intensidad que afecta sobre todo al profesorado.

Durante las clases los comportamientos disruptivos provocan violencia verbal, violencia psicológica, e incluso violencia física, conductas agresivas en suma, que pueden llegar a destruir la identidad profesional del profesor, que con frecuencia vive estos episodios con enorme disgusto y ansiedad. Y ello en parte debido a que la credibilidad de los profesores ante muchos padres de alumnos, es nula, valiendo tanto las palabras de los alumnos como la de sus profesores, por la falta o ausencia casi total de la autoridad del docente.

Lo cierto es que bastantes alumnos durante las clases presentan conductas inadecuadas, comen chucherías y escuchan música en su celular o i-pod, mostrando total desinterés hacia las explicaciones de su profesor, faltan a menudo a las clases y cuando asisten llegan tarde con frecuencia, y se toman confianza sin límite hacia sus profesores, arrojan al suelo las bolsas, brik o latas una vez consumidas las chucherías, batidos, zumos o refrescos, escriben sobre los pupitres y realizan grafitis sobre las paredes. Todo ello provoca un enorme descontento del profesorado con la situación actual, que ve imposible impartir clase a determinados grupos, e incluso siente miedo o angustia previo a entrar en determinadas aulas.

El estrés sufrido por muchos profesores/as el cual les aboca a sufrir diferentes enfermedades, es provocado por esas actitudes de determinados alumnos y por las humillaciones recibidas por parte de éstos, y por las que constatan también en otros compañeros de profesión.

Los bajos niveles de convivencia en las aulas vienen dados por diferentes cuestiones o sucesos que los profesores reconocen haber vivido o conocido, y que se relacionan con ataques a la propiedad, con humillaciones, con insultos, con alumnos que les “levantan la voz”, con situaciones que hacen salir al profesor llorando de clase, con robos, con el deseo de abandonar la enseñanza y con las agresiones físicas por parte de algún alumno o familiares de éste.

Todas las situaciones de indisciplina y su evolución tienen como protagonistas a los alumnos, a los profesores y a las familias, destacando especialmente las familias desde la óptica de los profesores como las más negativas, seguidas por los alumnos. Y aunque en bastante menor medida, los profesores considerados como grupo, bien por desinterés bien porque no ejercen su función, también se asignan una cuota de responsabilidad en la evolución de esas situaciones. Pero no tanto porque se sientan responsables de ese deterioro de la disciplina, de la que piensan no tener en sus manos el remedio para resolverlo, sino que quizás se centre exclusivamente en lo relativo a la suciedad en que quedan muchas aulas desde primera hora de la mañana, y en la constatación de humillaciones y problemas de sus compañeros de profesión, por parte de determinados alumnos, ante los que con demasiada frecuencia suelen ignorar simulando “no enterarse”, algo que a su vez, puede relacionarse con el respaldo recibido por los profesores desde la dirección del centro educativo, pues el respaldo que la dirección  proporciona o no a los profesores en sus conflictos interpersonales frente a alumnos y padres de éstos, resulta determinante para el manejo de la ansiedad del propio docente.

Pero los docentes tienen difícil arreglar por sí mismos la situación, porque la autoridad académica está cada vez más devaluada. Se ha destruido la autoridad del profesorado, que llega a sentirse inseguro y hasta pierde el control de su clase. Los alumnos gozan de una elevada permisividad en su casa, y los profesores tienen “atadas las manos” a la hora de imponer sanciones. Ha de hacerlo el “Consejo Escolar” o el Director del Centro. Pero el profesor, individualmente, carece de competencia real para imponer siquiera mínimas sanciones más allá de la puerta del aula.

Pero todos estos problemas de los que hemos venido hablando no afectan a todos los profesores por igual. La personalidad de cada profesor es determinante en el control del estrés por parte del docente, ante las situaciones de indisciplina, pero a parte de ello, las profesoras resultan “más perjudicadas que sus compañeros varones”.

La edad y la experiencia docente o antigüedad, también influye. Son los profesores más jóvenes y con menos experiencia docente. Tener poca experiencia y ser del género femenino son factores de riesgo para recibir maltrato de los alumnos.

A pesar de todo lo que soportan los profesores de Secundaria, tienen en muchas ocasiones dificultad para denunciar las situaciones de abuso del alumnado, porque suelen volverse contra el mismo docente, al que se acusará de no ser capaz de mantener el orden y el buen clima de la clase.

Se confirma así que el “malestar del profesorado” de Secundaria es real y bastante profundo. Sus particulares enemigos son la violencia en las aulas, la falta de interés por lo que dicen, y los mediocres resultados que obtienen los alumnos con su trabajo, y ello hace que la escuela esté perdiendo mucho, que esté degradándose a niveles que podrían calificarse de tragedia.

Ciertamente, la violencia escolar tipo bullying merece por supuesto toda la atención de los profesores, y todos los proyectos encaminados a erradicarla serán siempre insuficientes, pero opinamos que la conflictividad en el aula, la violencia catalogada como “de baja intensidad” que se ha venido describiendo, resulta mucho más perjudicial para el sistema y para la convivencia en los centros escolares que la anterior, pues ésta ataca directamente a los profesores mucho más de lo que en un principio pueda creerse. Podría decirse que hoy por hoy, son los profesores de Secundaria los verdaderamente “acosados” por sus alumnos. Al menos, no podemos negarles el papel de víctimas.

Fuente: conflictoescolar.es/

Qué hacer cuando tu hijo parece que te está desafiando

¿Tu hijo en edad infantil se niega a hacer lo que le has pedido, no quiere recoger o ponerse esos pantalones? ¿Te mira fijamente y se da media vuelta? En muchas ocasiones a los padres nos invade la sensación de que ese pequeño al que adoramos nos está desafiando descaradamente. Y a veces más que una sensación es una certeza. Te contamos por qué nos desafían y qué podemos hacer para manejarlo de la mejor manera posible.

¿Por qué muestran esas conductas que parecen desafiantes?

No hay intención por su parte

Lo que tenemos que tener clarísimo los adultos es que a pesar de que utilicemos la palabra “desafío” no se trata de algo intencional o con carga de “maldad”.

No, los niños no nos desafían para hacernos la vida más complicada, ni lo hacen para vernos sufrir porque eso les proporcione placer. Los niños muestran estas conductas como parte de su desarrollo. Te lo explico en el siguiente apartado.

El desafío forma parte del desarrollo normal y esperable de los niños

Es frecuente que asociemos este tipo de conductas desafiantes con problemas de conducta en nuestros peques, pero la realidad es que no les pasa nada malo: desafiar forma parte de su desarrollo normal y deseado.

Los niños de entre 1 y 3 años están inmersos en un proceso de desarrollo alucinante: su cerebro, personalidad y la idea que tienen del mundo está en pleno proceso de formación, es mucho con lo que tienen que “lidiar”, son muchos los cambios, y como efecto de toda esta vorágine se produce ese desafío a los padres.

Los niños a estas edades están inmersos en:

  • Explorar el mundo: su desarrollo tanto físico como cognitivo pasa porque los peques exploren, es una de las formas de aprender, una muy importante además. Y para aprender del mundo que les rodea necesitan tocar, oler y por supuesto probar… probar el sabor de las cosas y probar qué pasa si tiro el champú dentro de los zapatos de mamá. Porque todo es nuevo, porque todo está por descubrir, porque es lo que tienen que hacer para desarrollarse correctamente.
  • Aprender más sobre las interacciones sociales: cómo son, qué se espera que haga… Su mundo social justo está empezando a desarrollarse, y tienen mucho que aprender. Hasta ahora las interacciones sociales eran más limitadas, las de la etapa de bebé, pero ahora todo eso se amplía, aparecen los iguales (a los que ya reconoce y con los que quiere interactuar), el juego ya no es en paralelo sino conjunto… Todo es nuevo y no saben qué y cómo proceder, están aprendiendo.
  • Desarrollo de su identidad: en esta edad se forja su identidad, el sentido de “yo”. Hasta hace bien poco, de bebé, no distinguía bien los límites entre mamá y él, pero ahora empieza a comprender que es un individuo a parte.
  • Su cerebro va a mil por hora, estableciendo relaciones y conexiones… es más impulsivo que el de un adulto.
  • Aprendiendo sobre sus emociones (aún no saben gestionarlas).

Todo esto combinado, esa necesidad de exploración junto con no tener claro esto de las interacciones con otras personas (ni las normas sociales) y mezclado con que están en pleno proceso de “Eh, que yo estoy aquí” (identidad) hace que un “No toques eso” sea recibido como una total y absoluta invitación a tocar precisamente eso que nos han prohibido.

Niña seria

Qué hacer con los desafíos

  • Ten en mente todo el rato que no se trata de algo que hagan, como decía, para molestarte. Enfría tus pensamientos y no te enfades. Cuanto más calmado estés tú más calmado estará el peque.
  • No respondas con lo primero que se te viene a la cabeza, porque probablemente sea algo cargado de enfado y frustración. Date un tiempo para repensar lo que vas a decir.
  • Intenta hacerle ver que entiendes cómo se siente verbalizando lo que te dice o preguntándole: ”Entonces, cariño, es que no sabes qué hacer?”
  • Si se pone agresivo muéstrate calmado, dale un tiempo para que baje ese enfado sin insistir en lo que le estabas pidiendo. También puedes ponerte a su altura y abrazarle sujetándole los brazos, de esta forma impides que haga aspavientos y se haga daño y además con el tacto conseguirás calmarle y tranquilizarle.
  • Anticípate: si a menudo tienes que ir detrás del peque diciéndole eso de “no lo toques o lo no cojas” van a pasar dos cosas: que lo siga tocando, por todo lo que he explicado antes (ya sabes, no es que no quiera hacerte caso) y que tú te frustres. Así que una manera de evitar tentaciones es retirarlas de la vista. Al menos las que de verdad no quieras que toque. Adaptar nuestra casa a los niños les va a permitir precisamente esa exploración tan necesaria, y además sin la censura de papá y mamá.
niña enfadada

Qué dices y cómo lo dices

Cuando tengas la sensación de que tu hijo no te hace caso y que “pasa olímpicamente” de lo que le estás pidiendo, te pido que te pares un momento y pienses en qué le has pedido y cómo lo has hecho.

¿Por qué? Porque a veces, muchas veces, somos nosotros los que exigimos y nos frustramos, porque les pedimos cosas que no son capaces de abarcar por su edad. Me explico:

Estate un rato en silencio. Prepárate que nos vamos al cole… Esto, que decimos muy a menudo órdenes muy complejas para los peques, a pesar de que para nosotros parezcan la mar de sencillas. ¿Qué es un rato? ¿Qué es silencio? ¿Qué hace falta para estar listo para el cole? Los niños necesitan que seamos concretos, que les especifiquemos qué queremos y qué les estamos pidiendo, sin ambigüedad y con conceptos tangibles y claros.

¿Cómo podemos hacérselo más accesible?

  • Divide la tarea en partes, en pequeños pasos más sencillos. Así es más difícil que se frustre, que se aburra y abandone. Así irá alcanzado metas y eso le reforzará a llegar a la meta final.
  • Dale instrucciones lo más concretas posibles (qué quieres que haga, con pelos y señales, adaptándote a la edad y capacidades del niño).
  • Ajusta tus expectativas: tu niño es eso, un niño, y como veíamos más arriba está en plena esfervescencia, está aprendiendo de todo, y pedir que esté quieto, que haga sententa cosas y que encima las haga rápido quizá es pedir mucho.

Fotos: Pexels.com

Fuente: bebesymas.com

Cómo influyen los colores en la conducta de los niños

¿Sabes en qué consiste la colorterapia o psicología del color? Se trata de utilizar los colores para cambiar un estado de ánimo o una conducta. Los colores ayudan a conseguir la calma, o por el contrario, nos aportan más energía. Y los colores, sí, también nos ayudan a concentrarnos.

Por ejemplo, según la interiorista Susanna Cots, el blanco es el color más beneficioso para creatividad de los niños. De ahí que la mayoría de los muebles infantiles se presenten en este color. Te parecerá sorprendente, pero los colores tienen un gran poder sobre nosotros. Te explicamos cómo influyen los colores en la conducta y emociones de los niños, así como en su aprendizaje.

Tabla de los colores

La ciencia está de acuerdo en que los colores ejercen un poder sobre el estado de ánimo de las personas. Y que también pueden mejorar la concentración, disminuir o aumentar la agresividad, ayudar a conciliar el sueño o estimular la memoria.  Los colores pueden influir también en la conducta de los niños. Te explicamos de qué forma.

El blanco: Tal vez pienses que el color más ligado al a creatividad sea el amarillo, o el naranja, por eso de que es vital y transmite energía y optimismo. Pues la realidad es que no es ese color el mejor aliado de la creatividad infantil. Según la interiorista Susana Cots (Girona, España), el color blanco es el mejor color para decorar las habitaciones de nuestros hijos, ya que es el que transmite pureza, calma y orden visual, y por tanto, es el mejor para incentivar la creatividad.

El rojo: Aporta energía y vitalidad, pero también puede producir algo de agresividad. Es recomendable para niños más retraídos o tímidos, y debe evitarse sin embargo en el caso de niños muy movidos, niños con hiperactividad o aquellos niños que tienden a exteriorizar su enfado por medio de rabietas.

El amarillo: Es un color ligado al estímulo intelectual. Como el color rojo, es un color muy vital. También es muy beneficioso para estimular la concentración de los niños. También muy útil para niños con depresión, ya que transmite mucho optimismo.

El azul: Se trata de un color relajante que transmite serenidad y paz. Muy indicado para niños con problemas para dormir, ya que beneficia el sueño. Es bueno para niños muy activos, pero no está indicado para niños tranquilos, ya que su exceso puede producir somnolencia.

El verde: Los psicólogos dicen que el verde consigue el equilibrio. Es un color excelente para transmitir armonía y calmar el sistema nervioso. Incluso puede ayudar a mejorar la capacidad lectora, tanto en velocidad como en la comprensión lectora. Ideal para niños más nerviosos o con problemas para manejar sus emociones. También como no, para niños con tendencia a las rabietas. Sin embargo, usar el color verde en exceso puede promover la pereza.

El naranja: Este color es una perfecta combinación de los beneficios del color rojo y el amarillo. Además, estimula la comunicación (perfecto para niños a los que les cuesta más hacer amigos) y algunos psicólogos aseguran que también es bueno para niños con poco apetito.

El morado o Púrpura: Combina la tranquilidad del azul y la energía del rojo, por lo que es un color bastante equilibrado, y muy ligado a potenciar la intuición.

Fuente: guiainfantil.com

Cuando nada funciona para mejorar la mala conducta de los hijos

Los padres solemos utilizar los castigos para sancionar una mala conducta de nuestros hijos. Son frases habituales: “te vas al rincón” o “te quedas sin televisión”.

Sin embargo muchas veces, es más casi siempre, ni piensan, ni vuelven arrepentidos del rincón. Por lo tanto, la conducta vuelve a repetirse una y otra vez: ya sea pegar al hermano, gritar, patalear o no recoger los juguetes. ¿Qué hacer si el castigo o consecuencia educativa no parece afectar al niño?, ¿y si le da igual no ver su programa favorito o jugar un rato con la tablet? James Lehman ha elaborado un método, según dicen, infalible para cambiar la conducta de los niños

10 pautas para cambiar el mal comportamiento de los niños

Hay padres que siguen recurriendo al azote o al cachete, pese a que todos los especialistas insisten en lo negativo de esta sanción. Y otros, se dan contra un muro y se encuentran en una calle sin salida porque no encuentran la manera de lograr que el niño aprenda de un mal comportamiento.

James Lehman, que fue un sin techo y ex convicto, tras sus primeros y oscuros años decidió dar un giro radical a su vida e inició una carrera como trabajador social centrando su labor en niños con problemas. Desarrolló un Programa de Transformación Total (Total Transformation Program) que es seguido por miles de padres norteamericanos. Y es que consigue cambios tremendamente positivos en los niños. Lehman habla de 3 roles fundamentales que han de asumir los padres para enseñar un mejor comportamiento al niño:

  • Rol de entrenador
  • Rol de solucionador de problemas
  • Rol de limitador

Y además, dio una serie de pautas básicas para lograr cambios radicales en la actitud de los niños, pautas que deben acompañar a nuestros hijos en su camino a la adolescencia:

  1. Asumir el control: debemos tomar el mando de manera segura y sin dudas.
  2. Desconectar: ante cualquier mala conducta, detenernos en seco y no prestar atención al niño, no discutir ni argumentar en ese momento.
  3. Guiarlo para la próxima vez: utiliza una mala experiencia para enseñarle cómo debe comportarse la próxima vez.
  4. No des discursos: no hay explicaciones ni razonamientos, cuando hay un mal comportamiento, automáticamente llega una consecuencia.
  5. Centrarse en el mal comportamiento: explica al niño qué comportamiento debe cambiar (golpear al hermano, romper juguetes…)
  6. Parar la sobre estimulación: no discutir ante una multitud, apagar la televisión, enviar al niño a la habitación…
  7. Utilizar el afecto: reforzar al niño positivamente cuando tiene una buena actitud.
  8. Explicar cómo actuaremos ante una mala conducta: “no hablaré contigo cuando estás siendo así de grosero”.
  9. Nunca descomponerse: no mostrar enfado, ni gritar o perder la paciencia.
  10. Aceptar los malos días: ser consciente de que todo el mundo tiene un mal día o un momento de mal humor y decir al niño “empecemos de nuevo, sé que has tenido un mal día pero no me culpes a mí”.

Fuente: guiainfantil.com

 

Los niños no saben mentir ¡lo aprenden!

Mentir es parte del crecimiento y se da por muchas razones pero ¿Por qué mentimos?

La mentira no nace con el ser humano, el niño la va aprendiendo y adquiriendo a través de su entorno, familiar, escolar y social, y es una forma de defensa ante un hecho y siempre esconde un fin, aunque a veces sea inocente, incluso e bondadoso.

Según investigaciones, los pequeños mienten para evitar un castigo, defender su inocencia cuando cometen un error o por vergüenza. No suelen provocar daño en otros a propósito. Y reciben la mentira como una traición, sobre todo por parte de sus progenitores.

La psicóloga Victoria Talwar, de la Universidad McGill analizó el desarrollo de la moralidad en los pequeños y descubrió que la mayoría de los padres les dice a sus hijos que la mentira es mala, pero al mismo tiempo los niños aseguran que sus padres dicen mentiras piadosas para hacer su vida más fácil, lo cual es confuso para ellos.

Según los expertos, los niños comienzan a mentir entre los 3 y 4 años, cuando los padres ya no tienen un control absoluto de ellos y los pequeños son un poco más independientes. El doctor Wenceslao Piñate, catedrático de Psicología de la Universidad de La Laguna, de Tenerife, la mentira siempre es un recurso funcional regulador, “es un aprendizaje para conseguir un bien para sí mismo, evitar herir o ir a hacer daño deliberadamente”. Esta función sería normal, sin embargo “el problema comienza cuando esta actitud se convierte en rutina, convirtiéndonos en personas muy mentirosas y que emplean la mentira, incluso la calumnia como venganza o, simplemente, para dañar a otros.

Fuente: padresehijos.com.mx/

¿Cómo identificar a alumnos con altas capacidades en el aula?

Carmen Sanz Chacón es la presidenta de la Fundación El Mundo del Superdotado, y en el siguiente artículo nos proporciona las pistas necesarias que ayudarán a identificar aquellos niños con altas capacidades en la escuela.

La estadística nos dice que tenemos al menos un 2% de niños superdotados, estudiantes con altas capacidades intelectuales que, según la ley de educación, tienen necesidades educativas especiales. En este sentido, el centro es responsable de la identificación de este tipo de alumnos y, por lo tanto, también de los que presentan altas capacidades.

La falta de identificación puede producir graves problemas de adaptación, tanto en el ámbito emocional como en el educativo, problemas que se pueden prevenir y evitar si se realiza una identificación temprana y se ponen en marcha las medidas educativas necesarias en estos casos: aceleración de curso, enriquecimiento curricular y agrupamiento en actividades especiales para estos niños en las aulas abiertas de altas capacidades que deberían existir en todos los centros escolares.

Los decálogos de la superdotación

Los niños superdotados a menudo muestran las siguientes capacidades y actitudes:

-Aprenden a leer muy pronto y tienen gran facilidad con los números.

-Les gusta estar con niños mayores.

-Están en su mundo, abstraídos en sus cosas y son bastante despistados.

-Son muy sensibles.

-Piensan rápido, aprenden rápido y tienen muy buena memoria.

-Son muy exigentes con ellos mismos y con los demás.

-Son hiperactivos mentales y tienen muchos intereses a la vez.

-Son niños con baja autoestima, retraídos y/o con problemas de conducta, y con poca resistencia a la frustración.

-Tienden a cuestionar las normas y la autoridad.

-Son imaginativos, preguntan mucho y tienen un sentido del humor especial.

Por el contrario, los niños superdotados generalmente no son:

-Niños con alto rendimiento, es frecuente el fracaso escolar.

-Niños motivados, si no reciben educación especial suelen estar aburridos y desmotivados.

-Niños con Trastorno por Déficit de Atención y no necesitan medicación. Sólo se aburren.

-Niños hiperactivos, y no necesitan medicación. Necesitan hacer cosas que les interesen.

-Niños con Trastorno Negativista Desafiante. Se rebelan porque nadie les comprende.

-Niños con Trastorno de Evitación. Evitan a los demás porque les rechazan.

-Niños enfermos. La superdotación no es una enfermedad, es un regalo.

-Niños problemáticos, si dan problemas es porque necesitan ayuda.

-Niños que no necesitan nada, tienen necesidades educativa especiales según la ley.

-Niños imposibles, necesitan cariño, atención y apoyo para ser felices, como todos.

Apuesta por la formación docente

La formación del profesorado es fundamental para identificar a estos alumnos.

Fuente: Educación 3.0

 

Contacto animal: terapia de afecto para autismo y más

La terapia asistida busca, a través de los perros y otros animales, que los niños con autismo puedan tener una interacción positiva con personas, aunque no es el único requerimiento. Perros como el Golden Retriever y el Labrador son dos razas más usadas, pero se pueden encontrar mestizos que también logran un trabajo increíble, ya que el secreto es saber seleccionar y entrenar bien los perros.

Nuria Blanco Piñero, terapeuta infantil de la Fundación ATAP comenta que “el perro es una herramienta más del profesional, que seleccionará los rasgos que más le interese para el colectivo con el que va a trabajar. Ayudará en el abordaje de los problemas físicos, sociales, conductuales o emocionales, desde la perspectiva de la rehabilitación, la estimulación, el aprendizaje o la compensación de funciones y recursos”.

Los perros pueden ayudar a redirigir la mirada del niño, captando su atención y sirviendo como vehículo para que el terapeuta realice su trabajo con más facilidad.

Para los niños con problemas de conducta, que se frustran, que no pueden lidiar con respuesta prohibitibas o con un “no”, que desconocen conceptos como turno, esperar o atención, la mascota les motiva para respetar unos tiempos y órdenes hasta lograr resultados.

Para niños que les cuesta empatizar o tiene trastornos mentales o depresivos, un animal le ayudará a liberar más oxitocina (amor) y endorfinas (felicidad), reducirá el nivel de estrés y bajará por tanto la presión arterial y le ayudará a hacer amigos.

Y no sólo los perros funcionan como terapeutas, existen casos de éxito donde un loro llamado Pitágoras juega con niños que tienen problemas para expresarse o entender palabras; la chinchilla Aníbal que se deja tocar delicadamente como forma de controlar la impulsividad; y si en el juego se suman un insecto palo, un cachorro y peces, la sesión multiespecie se convierte en un espacio para habilidades sociales y juegos en equipo.
Los beneficios serán sobre todo en el plano emocional, disminuyendo la sensación de estrés que esconde este problema y creando lazos afectivos, con el mimo y el acompañamiento.

Fuente: www.padresehijos.com.mx/